ENTRE MONOS Y ESPÍRITUS

                  (Por tierras birmanas VII)

Es más difícil luchar contra las ideas que contra los ejércitos

En  la segunda mitad del siglo XII, Anawratha, rey de Bagan, hizo traer desde Thaton  -después de conquistarla- treinta elefantes cargados de textos budistas, además de legiones de monjes y artesanos, con el fin de instaurar el budismo (el monoteísmo es mucho más eficaz para la consolidación de un imperio que el politeísmo o el animismo)  en su reino. No sabía nuestro hombre que es mucho mas difícil luchar contra las ideas que contra los ejércitos. El pueblo birmano, acostumbrado durante siglos a vivir y convivir con sus dioses y espíritus (ya fuesen, árboles, fuego, campos de arroz, ríos o lagos) no estaba dispuesto a que un usurpador (Buda) venido de fuera, desplazase a sus Nats por capricho de Anawratha, por muy rey que éste fuera.

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Nats, o espírius del Monte Popa.

 

Oficialmente, los birmanos comenzaron a profesar el budismo, pero de puertas adentro cada familia y cada clan rendía culto a su Nat particular. Sabedor de ello Anawratha recurrió al mismo ardid que Constantino ocho siglos antes: Ya que el Imperio no era capaz de vencer las ideas antagónicas a sus intereses  (Cristianismo) lo que hizo fue adueñarse de ellas.

Estos nats
Otros espiritus

Y esto es lo que hizo Anawratha. Cogió las nuevas ideas (Budismo) traídas a lomos de elefantes desde Thaton, buscó un emplazamiento donde construirle un templo y le colocó como guardianes, a la entrada del mismo, a los 36 Nats principales del animismo birmano. En realidad los Nats que hay a la entrada del Monte Popa son 37, ya que a los 36 «populares» el rey  sumó uno más (Thaguiamin), al que nombró rey de los Nats.

De esta manera cuando la gente humilde iba a orar al dios del Stabliment. Contaba con el beneplácito de sus Nats, que ejercían de centinelas del mismo.  Es comprensible que el lugar tenía que reunir unas condiciones especiales. Para tan relevante hecho había que encontrar un destacado lugar. Este se encontró a unos 60 kilómetros de la capital, en medio de la llanura que marca la parte central de Birmania.

Allí está, dominando cuanto le rodea, el Monte Popa, un imponente promontorio de 1.150 metros de altura.

En la cima de este promontorio ordenó Anawratha construir a finales del siglo XII el Taung Kalat Popa (Monasterio Popa). Desde entonces el Monte Popa, con el Taung Kalat  en su cumbre, es punto de atracción, durante siglos para fieles y en los últimos tiempos para fieles y turistas.

Monte-Popa-Myanmar
Monte Popa con el Taung Kalat en su cumbre

En cualquier tour o viaje que se realice por Birmania, figurará el Monte Popa (Monte de la Flor) como uno de las visitas ineludibles.

Popa de Paco
Monte Popa en estio.

Javier Reverte en su libro «Vagabundo en Africa» dice: «El que no ha visto el Kilimanjaro no puede decir que ha estado en África» . Trasladado a Birmania, podríamos decir: «El que no ha visto el Monte Popa, no puede decir que ha estado en Birmania». Personalmente no somos tan extremistas, pero algo cierto hay en lo expuesto. No tanto por lo que es, cuanto por lo que representa.

Los peldaños, por los que hay que subir descalzo, según establece el reglamento, están impregnados de excrementos y orines de monos.

Nosotros lo visitamos, no en una excursión, sino de paso. Salimos de Bagan en nuestra «toyotita», pasamos unas horas en él y continuamos hacia Pyay.

Entrada-Monte-Popa
Entrada al Monte Popa.

El lugar impresiona mucho más desde la distancia que una vez inmerso en él. El mismo está excesivamente mercantilizado. El camino que nos lleva hasta el lugar donde empiezan los famosos 777 peldaños que hay que acometer, si queremos llegar hasta la cima, se encuentra flanqueado por esperpénticos chiringuitos donde se puede encontrar  todo lo imaginable: ropa, objetos, más o menos, sagrados, souvenirs, comida y baratijas en general.

Mono con spay
Mono refrescándose en el Monte Popa.

 

Las escaleras que llevan hasta el Taung Kalat, en la cima del monte, están cubiertas con trozos de chapas, sobre soportes metálicos, sin el más mínimo respeto a la estética o al sacro lugar. Los peldaños, por los que hay que subir descalzos, como exige el reglamento, están impregnados de excrementos y orines de monos. Descarados monos que, a centenares, se encuentran apostados a lo largo de todo el trayecto y con los que hay que tener extremo cuidado. Los mismos son capaces de arrebatarte cualquier objeto que no se lleve debidamente guardado y sujeto, llegando, incluso, a enfrentarse a cualquiera que sea portador de algún tipo de bolsa donde ellos intuyan, u olfateen, que se lleva comida.

Dos- monos- y- un monito
¿Que estarán tramando?

 

A pesar de (o precisamente por eso) encontrarse uno inmerso entre monos y espíritus, la experiencia merece la pena, y en nuestro caso la mereció doblemente, debido a los hechos que presenciamos en el mismo Taung Kalat.

Desde el mismo día que llegamos a éste país nos veníamos haciendo la misma pregunta: ¿Dónde están los signos físicos de esta dictadura militar que atenaza Myanmar desde hace más de 40 años?

En todo el tiempo que llevamos aquí no hemos sufrido ni un solo control, ya sea militar o policial. No hemos visto un solo convoy militar. Los únicos policías con los que nos hemos tropezado han sido los que regulan el caótico trafico de las ciudades, con los clásicos cascos y chaquetas blancas, como en la España de los años cincuenta.

¿Cómo se mantiene esta Junta Militar, compuesta por un consejo formado por diez generales, para ser capaz de mantener todo un sistema represivo, sin que le sea necesario el más mínimo signo de ostentación de poder ante sus súbditos?.

Pues bien, en la cima del Monte Popa, dentro del Taung Kalat , tuvimos un ejemplo de cómo funciona este tenebroso aparato.

Cuando subíamos los últimos peldaños de la interminable escalera, vemos como una mujer europea  – después de hablar con ella supimos que era italiana-   llevada por dos jóvenes birmanos en un fuerte estado de excitación, completamente pálida y con lágrimas en los ojos. Al interesarnos por ella nos dijo que  le habían quitado el bolso en el que llevaba, además de dinero, el pasaporte y el pasaje de avión para su vuelta a Italia.

Al extenderse la voz de lo ocurrido, aparecieron unos individuos, no se sabe de dónde, y después de dirigirse a los allí presentes, en un tono de voz que no dejaba la menor duda de sus intenciones, se ocasionó un tremendo revuelo de voces y carreras, que nosotros seguíamos, sin entender realmente lo que sucedía, aunque lo sospechábamos. Lo cierto es que , después de breves segundos, apareció el bolso de la italiana, con todo su contenido, sin que nadie  -al menos nosotros- supiera de donde había salido.

Cuando, una vez abajo, comentamos con nuestro chófer los hechos le hicimos notar nuestra extrañeza por la falta de controles y presencia policial en calles y carreteras, escueta y huidizamente nos contestó: «Detrás de cada árbol que nos rodea hay un policía».

Por la noche, mientras paseábamos con él en Pyay, a orillas del Awewardy, volvimos a insistir sobre la situación política en el país. Con voz apenas perceptible  nos dijo: «Sorry Papa, if me tell of this theme, probably…» y unió sus dos manos en un gesto de esposamiento, completamente comprensible, sin necesidad de emplear palabra alguna.

La sensación que sentimos en aquella situación, fue la de expectadores de un circo temático, en plena jungla birmano-tailandesa

En un lugar del trayecto que nos llevaba del Monte Popa a Pyay, Sohn se salió de la carretera y se introdujo con «nuestra toyotita» por un camino de tierra, lleno de socavones y flanqueado por una vegetación selvática, que nos condujo, después de un par de kilómetros, ante una vivienda de dos pisos y sólida construcción. Sin decir nada, se apeó del vehículo, y entró en la casa. Poco después salió y nos dijo que podíamos bajar. Cuando bajamos nos dimos cuenta que estábamos en el hogar de una familia, cuyo componente femenino, estaba formado por «Mujeres Jirafas»padaungs,   como se denominan en birmano.

En un viaje anterior a Tailandia, allá por 1.997, nos llevaron (sin saber bien a donde íbamos)  desde Chiang Mai, en una excursión programada, a visitar una aldea en plena selva, habitada por miembros de la etnia Kayan. Las Padaungs, pertenecen a ésta etnia.  Estos grupos de refugiados birmanos, huidos del estado de inseguridad que vivían en su país,  -debido a la situación de guerra, existente entre las guerrillas y el ejército birmano-  se habían afincado en el país vecino. Este estado de indefensión estaba ocasionando que determinados desaprensivos y agencias sin escrúpulos, estuviesen sacando provecho económico de la particularidad de estas mujeres,  al ofertarlos como «Safaris Fotograficos»   al turismo occidental y japonés. En aquellos tiempos los chinos aún no hacían turismo.

La sensación que sentimos en aquella situación fue la de espectadores de un circo temático en plena jungla birmano- tailandesa.

Mujer girafa, tejiendo
Mujer padaung tejiendo.

En el caso que nos ocupa, la situación es totalmente diferente. Esta familia  -en la que apreciamos tres generaciones-  habita una casa digna en su propio país, sin presión mediática o económica y con la que departimos de tú a tú, tanto como nos lo permitieron las diferencias lingüísticas.

Mujer girafa
Mujer padaung.

No sabemos qué parentesco o amistad  unía a Sohn con esta familia (tampoco quisimos preguntárselo). Ni sabemos por qué nos trajo aquí. Quizás quiso mostrarnos algo diferente de su país, debido a la sintonía que existió durante todo el viaje entre él y nosotros.

El viaje llega a su fin y recurro a Pitágoras cuando dice: «El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos» 

Inmortal: Porque deseo que este pueblo sea capaz de liberarse de la férrea dictadura que condiciona sus vidas y atenaza sus ideas.

Mortal: Por temer que dicha liberación los lance en brazos de una cultura globalizada que les haga perder sus valores y costumbres ancestrales. Temor a que el turismo de masas invada sus aldeas y caminos, arrancándoles, por un puñado de kiats, lo mas preciado del ser humano: LA DIGNIDAD.

Paco Vidal

 

 

CABO DE BUENA ESPERANZA

(Viaje Austral  I)

La montaña de la mesa                           

La andadura que comenzamos hoy nos llevará por tierras africanas. Nos encontramos en Ciudad del Cabo, donde hemos llegado, después de un largo vuelo desde España, vía Franfurt.

Las experiencias y observaciones que vivamos durante este viaje las iremos desgranando en este y sucesivos artículos para, disfrute o escarnio, de aquellos que estén dispuestos a perder su tiempo en la lectura de nuestras aventuríllas. A veces nos aburrimos tanto en casa que hasta la mas anodina de las lecturas  nos resulta apta para el consumo.

Este «Viaje Austral», comienza en Ciudad del Cabo y pretendemos que la meta final sea en Cataratas Victoria. Después de haber hecho unos 5.000 ó 6.000 kilómetros a través de África del Sur, Namibia, Bobswana y Zimbawe..

Dicen que Ciudad del Cabo es una de las ciudades mas bellas del mundo, además de ser la más antigua del África Austral.

V.A. C.B.E. Ciudad del Cabo (FILEminimizer)
Ciudad del Cabo

Paseando por sus barrios residenciales nos invaden una melancolía y un sosiego, difíciles de alcanzar en cualquier otra ciudad, de su tamaño e importancia. Desafortunadamente, la  estandarizada arquitectura moderna  -mercantilizada y ávida de conseguir el mayor volumen en la menor superficie-   está invadiendo esos hermosos barrios, de calles ondulantes, debido a la orografía del terreno, compuestos por viviendas unifamiliares de uno o dos pisos, para dar paso al cristal y el hormigón.

Desde la Table Montain pueden contemplarse soberbias panorámicas, no solo de la ciudad, sino también de toda la península del Cabo.

A pesar de todo, tiene esta ciudad un encanto especial. Sus atributos naturales, como sus hermosas playas, o su emblemática Table Montain (montaña de la mesa), siguen ejerciendo una  fuerte atracción sobre cualquier viajero que llegue a ella.

V.A. C.B.E. Visatas desde la Table (FILEminimizer)
Panorámica desde la «Table Montain»

Desde la planicie que da nombre a la Table Montain, a la que puede ascenderse ya a pié, ora en el funicular construido para tal fin, pueden contemplarse soberbias panorámicas, no solo de la ciudad, sino también de toda la península del Cabo.

V.A. C.B.E. Rótulo y Pepa (FILEminimizer)
El «Cape Point»

Aunque sus habitantes, sobre todo los blancos, hablan de mucha inseguridad ciudadana, y aconsejan no estar en la calle después del anochecer, a nosotros se nos antoja una ciudad como cualquier otra de sus características en cualquier otra parte del mundo. Cierto es que una de las noches que permanecimos en ella, al transitar por uno de sus barrios, nos encontramos con unos chicos negros que, no sabemos con que intención, intentaron provocarnos. De tal situación salimos con un poco de cintura y mano izquierda.

Si vas a Ciudad del Cabo……    ¡Acercate al Cabo de Buena Esperanza!

Lo realmente recomendable a cualquier visitante de Ciudad del Cabo, es que no desaproveche la ocasión de desplazarse, ya sea en vehículo propio o por medio de alguna excursión organizada, hasta el Cape Point, y el Cabo de Buena Esperanza. A este punto extremo de África se llega a través de la M-65, carretera que, a través de la península nos conduce desde Cape Town hasta ellos, situados a unos cincuenta kilómetros de la ciudad.

Estos puntos, al igual que otros, en otros tantos lugares del globo,  son los imanes que tiran de nosotros, espíritos insatisfechos, y nos hacen movernos, de un imán para otro, siempre que nos lo permitan nuestras obligaciones y maltrechas economías.

Faro de C.B.E.
Cabo de Buena Esperanza.

Llegar a éste lugar del continente africano, subir al promontorio rocoso que lo forma, y otear la linea imaginaria que forma el encuentro de las frías aguas del Atlántico con las cálidas del Índico es un momento para vivírlo intensamente, soñar y solidarizarse con todos aquellos que, en lejanos días, circunnavegaron, con frágiles naves, este mítico lugar, desafiando la furia de los océanos.

Sin saberlo, esta nao fantasma y los hombres que la manejaban, estaban culminando, una de las gestas mas grandes de la historia de la humanidad.

¿Quien es el villano que, desde éste promontorio, no siente un sentimiento de solidaridad hacia aquel puñado de abnegados, exhaustos y harapientos hombres que, en el verano de 1522, circunnavegaban estas latitudes, ayudados solo por el astrolabio, el firmamento infinito y su sapiencia?. Nada de G.P.S., satélites, o estaciones de radio.

Estos hombres eran los 18 tripulantes de la nao VICTORIA, al frente de los cuales iba el vasco-español, (Entonces aún no había nacido Sabino Arana ni existía el P.N.V.), Juan Sebastián Elcano. Eran los supervivientes  – espectros humanos-   de los 265 que partiendo de Sanlucar de Barrameda, en la expedición de MAGALLANES,  tres años antes, en una flotilla de cinco naves, habían ido pereciendo uno tras otro.

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Vuelta al mundo de Juan Sebastian Elcano.

Sin saberlo, esta nao fantasma y los hombres que la manejaban, estaban culminando, al circunnavegar este punto, una de las gestas mas grandes de la Historia de la Humanidad.

¡Estaban terminando de dar la primera vuelta al mundo y demostrando, con ello, la redondez de la tierra!

El viento es impresionante, lo que hace que tremendas olas batan continuamente sobre las rocas que forman la costa. Bandadas de aves, formando caprichosas formaciones numéricas, sobrevuelan las embravecidas aguas, a ras de las mismas, con el fin de sortear el viento que azota continuamente tan apartado paraje.

En sus costas  yacen troncos, hierbas y plantas,  arrancadas de los fondos marinos o arrastradas,  desde lejanas tierras, por las corrientes oceánicas.

De lo contrario, seguro que nos encontraremos el vehículo desvalijado por las manadas de monos que pululan por los alrededores.

No lejos de ambos puntos, formando triangulo con los mismos, existe un restaurante, al que se llega por una carretera asfaltada que discurre entre matorrales y arbustos poco desarrollados, debido  a la inclemencia del entorno, donde se puede saborear (como es habitual en África del Sur) una exquisita carne roja acompañada de un buen caldo originario del país. Todo esto lo disfrutamos mas si, a la hora de pagar, vemos que la relación precio calidad es bastante buena.

VIAJE AUSTRAL mono Cabo de B.E.
Babuino del Cabo de Buena Espaeranza

Solo una advertencia a tener muy en cuenta. A la hora de aparcar el coche debe hacerse con sumo cuidado de que las ventanillas estén izadas y las puertas cerradas con llave. De lo contrario, seguro que nos encontraremos el vehículo desvalijado por las manadas de monos que campean por los alrededores.

Lo mismo vale mientras estemos comiendo, sobre todo si se hace en la terraza del establecimiento. Tan osados son que, aún estando a la mesa, son capaces de, en el menor descuido, arrebatarnos de la misma, comida, bebida u objetos.

V.A. C.B.E. Bicho Mono en parking (FILEminimizer)
Mono acechador en el Parking

Sabedora de ello, la gerencia del restaurante tiene apostados unos empleados, armados de enormes estacas, con el fin de mantener a raya a este ejercito de babuinos desvergonzados.

V.A. C.B.E. Puestos (FILEminimizer)
Puestos de artesanías.

Aprovechando la libertad que nos da el movernos con un medio de locomoción propio (rent a car), volvemos a Ciudad del Cabo al atardecer, dejando a ambos lados de la carretera, gran cantidad de puestos, en los que se pueden adquirir gran cantidad, y a buen precio, de productos de artesanía africana.

Las primeras sombras de la noche caen sobre nosotros cuando enfilamos la Long Street, al final de la cual está nuestro hotel.

Con los albores del nuevo día partiremos hacia el río Orange en la frontera con la vecina Namibia.

                                                                                            Paco Vidal

EL DESIERTO DE NAMIB

                                                                   
                               (Viaje austral II)

Madanmoiselle Pis

 En el mes de enero nuestro astro rey es madrugador en el hemisferio sur. A las seis de la mañana del verano austral, el sol proyecta ya largas sombras de todo cuanto se interpone en su camino. Para que el lector se sitúe le diremos que se traslade a cualquier ciudad del sur de España a la misma hora de un día de Julio.

La Long Street, una de las calles más largas de Ciudad del Cabo, es testigo de cuanto hemos dicho anteriormente, pues sobre ella se proyectan nuestras sombras en el ir y venir en la tarea de pertrechar el camión que nos conducirá a través de desiertos, ciudades y sabanas.

John, el joven surafricano que hará las funciones de conductor-guía, ataviado con un característico sombrero de cuero, es el encargado de dirigir las operaciones.

Como es de esperar en un viaje de estas características, cada uno de nosotros deja aflorar durante el mismo, lo mejor y lo peor de nuestra personalidad.

El grupo está compuesto por jóvenes de entre 20 y 35 años, de las más variadas profesiones y nacionalidades. La excepción es la nuestra que doblamos, y en algún caso triplicamos la edad de algunos de ellos.

V.A. Desierto Namib, El grupo (FILEminimizer)
El Grupo.

Como es de esperar en un viaje de estas características, cada uno de nosotros deja  aflorar durante el mismo, lo peor y lo mejor de nuestra personalidad.

Recordaremos siempre con agrado a la pequeña francesita, «Madanmoiselle Pis», por su simpatía y la pequeñez de su vejiga que la obligaba continuamente a pedir a John: «Please, a pipistop». O  Albert, el grandullón australiano extrovertido, noble y simpático, siempre dispuesto a echar una mano, cuando y dónde fuera necesario. Hacía el viaje, como regalo de sus padres, por haber terminado la carrera de derecho.

Mención aparte merece Bryan, irlandés zafio, racista, fanfarrón y pendenciero que, más que cartero, (oficio que según él profesaba) era el vivo retrato de Guerry Boyle, el sargento de Galway, en la película «The Guard».

V.A. Desierto Namib, Camión copiloto (FILEminimizer)
¡Adelante!

Después de esta sucinta reseña de algunos de los personajes del grupo, volvemos a la ruta y nos situamos a la salida de Ciudad del Cabo dónde paramos en un supermercado para efectuar las correspondientes compras.

Una vez en carretera ponemos rumbo noreste hacia Vioolsdrif, pequeña población que a orillas del río Orange sirve de punto fronterizo entre Namibia y Suráfrica.

El Orange es el segundo río en importancia de todo el sur de África, siendo, con sus 2.000 kilómetros el más largo de Suráfrica, atravesándola de un extremo a otro. Finalmente, después de servir de frontera entre ambos países, como se ha dicho anteriormente,vierte sus aguas al Atlantico. En este tramo final el Fish alimenta el caudal del Orange deslizándose por un profundo cañón que da lugar a uno de los grandes caprichos de la naturaleza.

V.A. Desierto Namib, Puesta de sol con árbol (FILEminimizer)
Atardecer en el Cañón del río Fish.

Los nativos lo venden como «el segundo cañón más grande del mundo» , después del Gran Cañón del Colorado, pero también me afirmaban lo mismo los de Arequipa, en Perú, sobre el Gran Cañón del Colca. Sin necesidad de entrar en el terreno de los superlativos, sea este, o aquel, lo cierto es que ambos son realmente dignos de visitar. El río Fish, a lo largo de 60 millones de años, ha ido socavando este impresionante desfiladero, capaz de satisfacer, por su belleza, los deseos más exigentes. Disfrutar de una puesta de sol desde alguno de los puntos, dispuestos para ello, a lo largo y ancho del cañón es todo un espectáculo.

Sossusvlei

Desde uno de los extremos de la garganta, el oasis de Cobas, lugar dónde pernoctamos, nos dirigimos por pedregosas e interminables pistas, hacia el corazón del desierto de Namib: Sossusvlei.

V.A. Desierto Namib, Rótulo (FILEminimizer)
República de Namibia.

Namibia, con 2.000.000 de habitantes  -la cuarta parte que Andalucía-  tiene una vez y media la extensión de España. Fue el último país africano en colonizarse, y también el último en conseguir su independencia. Primero fueron los alemanes, después los ingleses y finalmente los africaners, por tal motivo, en el país se hablan las tres lenguas, ademas de multitud de lenguas nativas.

V.A. Desierto Namib, Camión con polvo (FILEminimizer)
Piedras y polvo.

Su mayor parte la ocupa el desierto de Namib, del cual tomó su nombre el país, seguido del desierto de la Costa de los Esqueletos y las estribaciones del Desierto del Calahari. De lo dicho se desprende que en  Namibia además de los desiertos ya mencionados lo que podemos encontrar es; más desierto.

En el centro del Namib se encuentra el Parque Nacional de Naukluft, que con sus 23.000 kms./2 (tres veces más grande que el País Vasco) es el más grande del país.  Dentro de esta enorme extensión se encuentra el oasis de Sossusvlei.

Es Sossusvlei un lugar realmente mágico. La arena que las mareas han ido depositando en las costas del cercano océano, son arrastradas hacia el interior, debido a la falta total de vegetación, por los  fuertes vientos reinantes en la zona. Estas continuas nubes de arena han formado las famosas e irrepetibles  -debido a su intenso color rojo-  dunas de Sossusvlei. Algunas de ellas llegan a alcanzar, en su aristada cresta, hasta 300 metros de altura.

Coronar, al amanecer, las cumbres de estas dunas, cabalgando sobre el afilado canto que el viento va modelando, es algo que cualquier viajero que se desplace por estos lares no debería perderse.

Coronar, al amanecer, las cumbres de estas dunas, cabalgando sobre el afilado canto que el viento va modelando continumente, según la orientación de estas y la dirección de aquel, es algo que cualquier viajero que se desplace por estos lares no debería  perderse.

La tormenta

Para satisfacción nuestra, (una experiencia así siempre es deseable) cuándo volvíamos de las dunas hacia el lugar dónde teníamos montadas las tiendas, nos sorprendió una tormenta de arena. ¡Que brutalidad! ¡Cuan salvaje es la naturaleza!. La vimos acercarse y… antes de tener tiempo para reaccionar, había eclipsado el Sol, dándonos escasamente tiempo a cerrar las cremalleras de los plásticos que forman las ventanas de nuestro camión, antes de que nos envolviera un torbellino de millones de granos de arena. El mismo, al que el chófer se había apresurado a parar, era zarandeado por la tempestad y azotado sin piedad por los  pequeños y enloquecidos obuses de sílice.

V.A. Desierto Namib, Camión encima (FILEminimizer)
Oteando el horizonte.

En este momento, resguardado dentro de nuestro camión, no tuve mas remedio que acordarme de aquellas caravanas, cuyos componentes, sorprendidos por esas tremendas tempestades que se desencadenan en el temible desierto sahariano, no cuentan con otra protección que la que puedan ofrecerles su experiencia y la de sus propios camellos.

Después de unos 45 minutos la tormenta cesó. Cesó como había llegado: instantáneamente. Como si la tremenda fuerza del viento, fuese obra de un Dios vengador que, con el poder de sus pulmones, hubiese lanzado un tremendo bufido, capaz de barrer todo lo que se interpusiese en su camino.

Además de oasis, el mismo nos pareció un paraíso, y nuestra rudimentaria tienda un pequeño palacete.

V.A. Desierto Namib, árbol en desierto (FILEminimizer)
A pesar de todo. ¡La vida sigue!

Poco después llegamos al oasis dónde estaba instalado nuestro campamento. Además de oasis, el mismo nos pareció un paraíso, y nuestra rudimentaria tienda, un pequeño palacete.

Aquella madrugada cuando, sobre las tres de la mañana, las necesidades fisiológicas me obligaron a salir de la tienda para expulsar de mi cuerpo el par de cervezas  ingeridas, alrededor del fuego, en la velada de la noche anterior, me encontré con uno de los momentos culminantes de todos mis viajes.

Sobre mí, en el más absoluto silencio, una bóveda de estrellas y constelaciones se disputaba el honor de ser la que más luz proyectase sobre nuestro humilde campamento. Cegado por tanta luz, volví mis ojos al suelo y vi mi sombra sobre el mismo. Sin dudarlo un momento, desperté a mi mujer, y ambos permanecimos  extasiados, sin que contase el tiempo, ante un espectáculo difícilmente repetible.

¡La luz de las estrellas proyectaba nuestras sombras sobre las arenas del desierto!     

                                                                                             Paco Vidal