De la vara de Moisés al polietiléno
Atravesar Israel de norte a sur, de este a oeste, y no dedicarle un apartado especial a algo tan preciado y necesitado por este pueblo como es el agua; podría clasificarse como grave error o imperdonable olvido.
El no querer cometer ni lo uno ni lo otro, es lo que nos lleva a convertir el vital elemento en protagonista del último de los trabajos dedicados a estas tierras, durante las últimas semanas, en nuestro viaje por Oriente Medio.
Ya en las Sagradas Escrituras nos damos cuenta de la importancia que tuvo siempre el agua para este pueblo. Cuando, ante tan arduo problema, se recurre a la sagrada vara de Moisés para dar solución a un dilema tan difícil como insoluble.

Mas tarde, los nabateos -emparentados, al menos territorialmente, con los hebreos- desarrollaron las más sofisticadas técnicas para el aprovechamiento de tan preciado elemento, en estas latitudes. Aún hoy pueden apreciarse dichas técnicas en la ruinas que quedan de éste mítico pueblo. Sobre todo en Petra y en Avdat , en pleno desierto del Neguev.
Miles de años mas tarde, viajando por las carreteras del estado de Israel, podemos apreciar como este pueblo está aplicando las viejas artes, pero con conceptos y métodos totalmente innovadores.
En el norte del país, donde la pluviometría alcanza cotas infinitamente mas altas que en el extenso y sediento sur, captan y almacenan las aguas por medio de múltiples y laboriosos sistemas de canales, pantanos, y pequeños embalses. A partir de estos, las mismas son conducidas, a través de una compleja red de tuberías, que cual fantasiosa tela de araña se extiende de norte a sur, horadando el subsuelo del país. Por estos kilómetros y kilómetros de conductos es transportada el agua sin que por ello se pierda una sola gota de este oro líquido.

Todo Israel está cruzada por inmensas arterias de acero y polietileno, cuyo eje principal va desde los Altos del Golán, Lago Tiberiades, Baja y Alta Galilea hasta, alcanzar el extremo sur, después de atravesar e irrigar el abrasador desierto Neguev, cuya extensión cubre mas de la mitad de la superficie del país.

Los sistemas de riego -al contrario de lo que sucede con demasiada frecuencia en nuestro país- nunca usan canales o acequias, ya que la perdida de agua, bien por evaporación o filtración, es en ellos demasiado importante, al menos para un pueblo que tan necesitado está de ella.
Resulta sorprendente deslizarse por una carretera (que se abre paso a través de un desierto sin ningún signo de vida, ya sea animal o vegetal) y desembocar de repente, después de salir de una curva o haber superado un cambio de rasante, ente las primeras casas de una ciudad de amplias avenidas, adornadas con infinidad de parques y jardines en los que crece una rica y variada flora. Esta es concienzudamente seleccionada, con el fin que la misma exija la menor cantidad de agua posible, a las interminables arterias y alveolos, de metal o polietileno, que forman el entramado del riego por goteo que hace florecer la vida allá donde, hasta hace relativamente poco, solo había escorpiones, víboras y lagartijas.
Operación Moisés
Es la riqueza de todo tipo de minerales del subsuelo del Neguev (aquí sitúa la leyenda las famosas Minas del Rey Salomon) lo que ha servido de reclamo a las riadas de emigrantes, que llegan constantemente de todas las partes del mundo, a establecerse en el mismo. Este flujo continuo ha hecho que surjan ciudades, pueblos y kibutz en lugares donde nunca antes hubo mas que arena y desolación.
El fin fundamental de estos asentamientos tiene como meta el crear plantas industriales en las que procesar los minerales extraídos de las minas. Abaratando con ello los procedimientos de trabajo, ya que al elaborarse allí donde son extraídos se evita el capítulo del transporte.
De manera especial nos llamaron la atención tres de estos emplazamientos. Entre otras cosas, los mismos son un vivo exponente de la diversidad étnica que abarca hoy en día el estado de Israel.
Los tres ejemplos que tomaremos como base abarcan desde una ciudad media-grande hasta el clásico kibutz, pasando por un pueblo de medianas proporciones.

Beersheba, que significa «Pozo del Juramento», es una ciudad de casi 200.000 habitantes, en su gran mayoría de procedencia eslava y Olins (judíos etíopes, transportados a Israel desde Sudan, por helicópteros israelitas en la sorprendente y rocambolesca Operación Moisés allá por la década de los ochenta).
El Génesis nos dice que fue en la vieja Beersheba donde Abraham abandonó a su concubina Agar, junto con su hijo Ismael, después del nacimiento de su hijo Isaac.
Nosotros llegamos a ella por la ruta 40, procedentes de Mitzpe Ramón después de dejar atrás inabarcables extensiones de inhóspitos y desérticos parajes, solo salpicados de polvorientas explotaciones mineras, y alguna que otra mancha verde, formada por la implantación de algún kibutz.
Es la ciudad mas grande del Neguev con amplias avenidas formando cuadrículas, lo que permite contemplar desde las interseccines de las mismas las solitarias y yermas montañas que forman su horizonte.
Sin embargo, en sus ajardinadas calles, de amplias terrazas y modernos edificios, bulle la vida como en cualquier ciudad del mundo.
La vida, y la muerte, como en la mayoría de las ciudades de esta ensangrentada tierra, ya que el 31 de Agosto de 2004 Hamás llevó a cabo dos ataques suicidas con bombas, como consecuencia de los cuales perdieron la vida 16 personas.
Mitzpe Ramón: Situado al borde del inmenso cráter Makhtesh Ramón, de 40 kilómetros de largo por 8 de ancho y hasta 500 m. de profundidad, fue fundado en el año 1956 como campamento por los obreros que construían la ruta 40 que une Tel Avic con Eilat, a través del sediento Neguev.
Hoy en día es un pueblo en cuya periferia existen un par de urbanizaciones, que por su composición de casas inifamiliares, con verdes y cuidados jardines, podría confundirse perfectamente con un pueblo de la verde y lluviosa Tasmania.
En él se encuentra la interesantísima Escuela de Campo S.P.N.I. dedicada a la investigación y estudio de la flora y la fauna del entorno.
Sede Boker: Lugar casi mítico, a pesar de ser un simple kibutz.
Famoso en todo el país por ser el lugar donde está enterrado David Ben Gurión, fundador del estado israelí, y uno de los hombres que mas cargos públicos haya ocupado en la historia de Israel.
Se cuenta que, en una ocasión que Ben Gurión volvía a Jerusalén desde el sur del país, allá por el año 1953, encontró este kibutz, fundado el año anterior por un grupo de pioneros que había luchado en esta zona en la guerra del 48.
Al contactar con ellos y ver el empeño que ponían en la conquista del desierto; Ben Gurión quedó contagiado de su entusiasmo y decidió unirse a ellos, después de renunciar a todos sus cargos públicos. Su permanencia en el lugar se prolongó por mas de un año, fecha en que volvió a Jerusalén para ocuparse, de nuevo, en la gobernanza del país.
En 1963, después de haber dimitido del puesto de Primer Ministro, retorna a Sede Boker, donde construye (o se hace construir) una cabaña en la que habita durante años con su inseparable esposa. La misma es hoy un museo abierto al público donde se puede apreciar con la sencillez y austeridad que vivían.
En Sede Boker pasó los últimos años de su vida hasta que falleció a los 89 años de edad.

Aquí, en este idílico lugar se encuentra enterrado este viejo luchador que soñaba con hacer florecer el desierto.
Su tumba, y la de su mujer, a las que se llega a través de un sendero bordeado de graníticas rocas, es ejemplo de sencillez y sobriedad. Nadie monta guardia ante su tumba, como sucede en otras partes con los lugares donde están enterrados «Los Sagrados Padres de la Patria».
Sentado en cualquiera de los múltiples bancos existentes en el entorno, se puede disfrutar del turbador silencio que lo envuelve todo, solo roto por el ulular del viento al acariciar las circundantes rocas. Mientras, allá en la lejanía, vemos como los últimos rayos del sol juguetean con los colores de las tierras del colosal valle, antes de desaparecer por poniente.
Paco Vidal