NIEVE EN EL DESIERTO

                                                                                                                 (Cuna de civilizaciones 7)

En el Mar Muerto no hay nieve

Conforme nos acercamos a Amman el tiempo empeora y cuando llegamos a ella está nevando copiosamente.

De la International Trucks Terminal, en la que nos deja el taxi, no sale ni entra ningún autobús, ya que la capa de nieve alcanza un espesor considerable. Cuando recabamos información nos dicen que esperemos hasta ver como evoluciona el tiempo y actuar en consecuencia.

Nieve en el desierto, Salida en autobus (FILEminimizer)
Salimos hacia Ácaba

Después de una larga espera, durante la cual no dejan de sonar los teléfonos, llega un autobús, cuyo conductor más parece un guía de caravanas de camellos que el chófer de un autobús de linea. Su uniforme consta de chilaba blanca y kuffiya o «pañuelo palestino» blanco y rojo, anudado a la cabeza. Como nota aclaratoria diremos que los colores de estos pañuelos sirven para identificar, en cierto modo, la nacionalidad del portador. Blanco y negro: palestino. Blanco y azul: sirio. Blanco y rojo: jordano, etc.

Nieve en el desierto, Nieve en la salida de Amman (FILEminimizer)
Salida de Amman hacia Ácaba

Después de unos minutos de acalorada conversación, de la que no entendemos absolutamente nada, nos dan los tickets a los tres únicos pasajeros que nos dirigimos a Ácaba. Un sirio de unos 35 años y nosotros.

La salida de la vieja Filadelfia reviste cierta dificultad, superada con destreza por nuestro chófer. La entrada se encuentra totalmente colapsada. La subida que conduce a la ciudad se encuentra bloqueada por una larga caravana  de vehículos que forman una serpiente multicolor de kilómetros de longitud.

Según bajamos amaina el temporal y cuando divisamos el Mar Muerto la nieve desaparece completamente de la carretera. Una vez alcanzado el mar la temperatura llega a los 18 grados, según podemos ver en el termómetro del autobús.

Nieve en el desierto, orilla del Mar Muerto (FILEminimizer)
Orilla del Mar Muerto

No es de extrañar tal diferencia de temperaturas, ya que nos encontramos en el punto habitado más bajo del planeta. Estamos a 300 metros por debajo de la mayoría de los mares del mundo.

En los, aproximadamente, 50 kilómetros recorridos, hemos descendido más de 1.000 metros, ya que Amman está a más de 700 metros sobre el nivel del mar.

Circulamos por la Royal Way, o carretera árabe, como la llaman los jordanos. La misma se desliza durante gran parte de su recorrido por la orilla jordana del mar que sirve de frontera entre Jordania e Israel. La otra vía de comunicación entre Amman y Ácaba, la ruta del desierto, se encuentra totalmente colapsada.

Anocheciendo llegamos de nuevo a este paradisíaco rincón que forma el Mar Rojo en el Golfo de Ácaba, dónde disfrutamos de una temperatura de 23 grados, mientras allá en Amman, a tan solo 360 kilómetros, se encuentran a varios grados bajo cero, envueltos en una capa de hielo.

Hace unas semanas, cuando en el artículo sobre Petra, nos mostrábamos, en cierto modo, en desacuerdo con aquellos que decían: » Si sólo vas a ver un lugar en Jordania, o incluso en Oriente Medio, has que éste sea Petra», no es que quisiéramos desmerecer a «La Rosa del Desierto». Lo que sucede es que, aunque Jordania no es un país que pueda presumir de demasiados atractivos arqueológicos o naturales, (como acontece, por ejemplo, con España o Italia) sí es cierto que entre los pocos que detenta, es difícil decantarse por uno u otro.

Nieve en el desierto, Wadi Rum, rocas 1 (FILEminimizer)
Wadi Rum, fantasía onirica

Si los dos trabajos anteriores versaban sobre maravillas creadas por la mano del hombre; Petra y Gerasa, la que hoy nos ocupa, el Wadi Rum, es obra de los dioses.

Sólo un Ser supremo, ayudado por los elementos y el transcurrir de milenios, es capaz de crear, modelar o componer una sinfonía cuyas partituras desprenden a un mismo tiempo; ensoñadoras notas musicales, desgarradoras pinceladas del espectro de colores y extasiadoras figuras geométricas, como las que existen en esta zona que, aunque denominada valle (Wadi) abarca toda una región.

El silencio que nos envuelve, solo roto por las notas que nuestra imaginación sea capaz de arrancarle al ulular del viento, al chocar con las rocas y las dunas. Los indescriptibles colores que van, desde el pesado gris que nos aplasta y encarcela, hasta el frágil, volátil y liberador azul- rosáceo que nos eleva por encima de lo terrenal, acercándonos (siquiera espiritualmente) al Olímpo de los creadores de éste hechizo.  Este trinomio lo cierran esas rocas   fantasmagóricas que el crono y los elementos han ido modelando hasta formar las más inverosímiles figuras, qué, en los rojizos atardeceres, prolongan sus sombras sobre las abrazadoras arenas de este valle.

Lawrence y sus siete pilares

Dicen que Thomas Edward Lawrence se inspiró en esta región para escribir su famosa obra «Los siete Pilares de la Sabiduría».

Nieve en el desierto, Wadi Rum, rocas (FILEminimizer)
Wadi Rum, fantasmal paisaje

Realmente me cuesta trabajo creerlo, ya que dicha obra, a pesar de su pretencioso nombre, no es más que un diario de guerra en el que se nos relata las  andanzas del citado personaje al frente de las diferentes tribus árabes, para conducirlas a la rebelión contra el poder opresor  otomano, y hacerlas caer en el, más refinado y menos brutal, pero al fin y al cabo opresor yugo, del imperialismo británico.

Sin menospreciar el profundo conocimiento que Lawrence de Arabia demuestra poseer en sus «Pilares» de todo el entramado tribal, geográfico, político y social de esta basta zona, no creemos que para escribir un diario de guerra haga falta estar influenciado por un entorno como el que nos encontramos.

De hecho, en su voluminosa obra sólo encontramos unas escasas lineas dedicadas al Rum. Escasas, pero no por ello menos  interesantes, y desde luego, como no podía ser de otra manera, influenciadas por la obsesión y el espíritu que domina toda la obra; el pensamiento militar.

«Los riscos estaban coronados por nidos de cúpulas de un rojo menos intenso que el cuerpo de la colina, antes bien grisáceo y menos oscuro. Daban una acabada apariencia de arquitectura bizantina a aquel irresistible lugar, a aquel camino procesional que superaba a la imaginación. Los ejércitos árabes se podrían perder en su longitud y anchura, y dentro de sus paredes podría dar vueltas en formación un escuadrón de aeroplanos» 

Nieve en el desierto, Tienda beduina 2 (FILEminimizer)
Wadi Rum, vivienda beduina

Dejando a un lado el pensamiento y la obra de tan ilustre y controvertido personaje y amparados por los conocimientos que Farás posee de la zona, y los contactos que en ella tiene, caminamos hasta llegar a un recóndito lugar dónde,protegida de los elementos por una pared vertical de granítica roca fuimos a dar con  la vivienda de una familia beduina. Etnia que se resiste tenazmente a que sus costumbres y formas de vida sean devoradas por el lento, pero inexorable avance de la civilización.

Nieve en el desierto, Tienda beduina hora del té (FILEminimizer)
Wadi Rum, hora del té en vivienda beduina

En la tienda, hecha de piel de camello, entre otras materias, conviven siete personas, así como todas las crías de cabras y ovejas, que por su edad, u otros motivos, es desaconsejable dejarlas libres, a merced de zorros y chacales.

Nada más llegar fuimos invitados a una taza de té,  que nos vimos obligados a aceptar, para no herir el sentido de la hospitalidad de esta familia, a pesar de lo insoluble del entorno y la falta de higiene que se respira por doquier.

Mientras tomamos el té, sentados en el suelo y  servido en un jarrillo de lata, las crías de ovinos nos acompañan con sus juegos y brincos, los múltiples perros tumbados a nuestro alrededor, nos contemplan con una velada melancolía reflejada en sus ojos, y la camella atada a una estaca, no lejos de nosotros, lanza tremendos bramidos sin que lleguemos a entender si dichos mugidos son de agrado o desagrado por nuestra presencia.

Sólo un escuálido café

Después de un día moviéndonos por estos parajes, sin otro alimento que el té ofrecido por la familia beduina. Al llegar al cruce de la carretera que une Ácaba y Amman, Farás, nuestro chófer palestino,  -por cierto, el único árabe con coraje  suficiente, encontrado en este viaje por tan desgarradas tierras  , para decir que la única salida que les queda a palestinos e israelíes, si quieren sobrevivir,  es el entendimiento-,  nos propone girar en dirección a Amman y  acercarnos a comer algo al restaurante que existe en la coronación del puerto de Ros Neskif, que con sus 1.475 metros de altitud es el culpable de la incomunicación entre las dos mitades del país. La idea nos parece bastante acertada, y hacia allí nos dirigimos para satisfacción de nuestros estómagos.

Por esta carretera se realiza todo el transporte de mercancías entre Jordania e Irak con el golfo de Ácaba. Por ella circulan los camiones-cisternas con petroleo irakí hacia el puerto de Ácaba, dónde es trasvasado a los super-petroleros encargados de depositarlo en los puertos de los países industrializados.

Nieve en el desierto, caravana en la ruta 3 (FILEminimizer)
¿Tundra siberiana? ¡Desierto jordano!

Por esta «Autopista del Desierto» circulan enormes trailers con matriculas  jordanas, egipcias o irakies cargados de víveres, medicamentos y otras mercancías, con destino al país dónde las Sagradas Escrituras situaban el Paraíso Terrenal. Hoy convertido por los hombres en un verdadero INFIERNO.

Conforme nos acercamos a nuestro destino, una parte y otra de la carretera está sembrada de inmóbiles monstruos incapaces de moverse sobre el helado suelo, a pesar de los miles de caballos que encierran sus potentes motores.

Nieve en el desierto, ejercito jordano (FILEminimizer)
Ejercito de Jordania

Cuando, por fin, coronamos el puerto, por una precaria pista que habían conseguido abrir la policía y las maquinas del ejercito jordano, en el restaurante lo único que pueden servirnos es un escuálido café. Todo lo demás está agotado.

Al intentar el regreso a Ácaba, ya noche cerrada, vemos que aquella mastodóntica serpiente metálica, harta de esperar, y creyendo que las condiciones del terreno lo permitían, se ha puesto en movimiento.

Nieve en el desierto, ejercito jordano 1
Nieve y ejercito

Desobedeciendo las ordenes de la policía y el ejercito, estos paquidermos de acero,  formando frente de tres y cuatro vehículos, lo invaden todo. La pista preparada por las autoridades para el paso de turismos y pequeños autobuses desaparece bajo el demoledor empuje de estos pegasos sin alas.

Al intentar, desesperadamente, escapar de dos días de inmovilidad, lo que consiguen es bloquear totalmente la ruta. Entre 6.000 y 8.000 camiones colapsan la Autopista del Desierto. ¡La anarquía es absoluta. El caos total!

Por fin, horas más tarde, conseguimos librarnos del vientre de tan infernal sierpe, gracias a la eficaz labor del ejercito y la policía, así como la colaboración de los aguerridos camioneros y la pericia de Farás, el cual, tras una larga noche de insomnio, nos deja a las puertas de nuestro hotel en Ácaba, cuando los primeros rayos de sol de un nuevo y esperanzador día invaden las cumbres de las circundantes montañas.

Paco Vidal

Galería de fotos

Nieve en el desierto, caravana en la ruta 1 (FILEminimizer)
Nieve en la ruta
Nieve en el desierto, Tienda beduina (FILEminimizer)
Vivienda beduína
Nieve en el desierto, camioneros (FILEminimizer)
Camioneros en la ruta del desierto
Nieve en el desierto, Tienda beduina con bebe (FILEminimizer)
Quería que nos lo trajésemos!
Nieve en el desierto, Wadi Rum, hora del té (FILEminimizer)
Wadi Rum
Nieve en el desierto, caravana en la ruta 2 (FILEminimizer)
Ruta del Desierto, Jordania

 

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