EL ESPLENDOR PERDIDO

                                                                    (Cuna de civilizaciones 2)

Una isla hay en el mar profundo

Hace muchos, muchos años – más de medio siglo- se despertó en mí la ilusión y el deseo de conocer alguna vez la ciudad de Alejandría.

Por aquel entonces dedicaba muchas de mis pocas horas libres, a leer biografías de personajes célebres, ya fuesen hombres o mujeres, científicos, literatos o guerreros: Aníbal, Marie Curie, Julio César,Juana de Arco, Ciro o Alejandro Magno.

Había una anécdota en la biografía de este último en la que constaba que cuando su padre – al cumplir los diez y seis año- le regaló un indómito potro y ver con que facilidad el joven hacía de él  lo que hombres más maduros no habían conseguido: Reducirlo a dócil corcel, aquel le dijo: «Alejándro, Macedonia es demasiado pequeña para ti, sal y conquista el mundo» .

¡Conquistar el mundo! Conquistar el mundo no significa necesariamente que sea desde el punto de vista militar. Los escritores lo hacen con su pluma, los pintores con sus pinceles, en el escenario las actrices y con su fortaleza física los atletas.

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Llegar a cada rincón del planeta

Se puede conquistar el mundo pacíficamente, vagabundeando por él, llegando a cada rincón de nuestro planeta, mezclándose con la gente de otros pueblos. Conociendo otras culturas y civilizaciones, conviviendo con ellas, gozando y sufriendo con las alegrías y las penas de los demás. ¡Viajar es conquistar el mundo!

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otras culturas

En su relato de la fundación de Alejandría, Plutarco cuenta que Alejándro Magno conoció el emplazamiento de la ciudad por medio de Homero, quien se le apareció una noche en sueños y pronunció los siguientes versos:

«Una isla  hay   en   el    mar  profundo,   enfrente    el   Egipto   fecundo. Que    por      el    nombre   de    faro     es    conocida»

Así que debido a  éste sueño del más joven general de todos los tiempos, se funda en 331 antes de Cristo, la que más tarde llegaría a ser una de las ciudades más importantes del Imperio Romano.

Proyecto de la ciudad

Fue el arquitecto Dinócrates el encargado del proyecto de la ciudad, que se emplazaría en el lugar que ocupó la antigua ciudad egipcia de Ahakatis. Justo en los límites del desierto líbico y el fértil valle que forma el Delta del Nilo al desembocar en el Mediterráneo.

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Estación de El Cairo

El expreso que nos lleva desde El Cairo a Alejandría, cubre la distancia de 270 Kms. – que separa ambas ciudades- en dos horas y cuarto. El precio del billete es de 30 libras ( unos 20. €) en primera clase. La confortabilidad de los coches son equiparables a los de los Talgos 200.

En el convoy existe un vagón-restaurante que apenas está concurrido Posiblemente debido a la poca duración del viaje. Tanto la salida como la llegada (pendular cada hora) se realizan con puntualidad de AVE.

El tren se desliza veloz, pero placenteramente, por la inmensa llanura que ha formado el padre de todos los ríos africanos al ir depositando sus sedimentos en el milenario delta.

El Cairo, Port Said y Alejandría son los tres vértices de éste basto triángulo, en cuya base -a un cuarto de la distancia que separa Alejandría de Port Said- se encuentra Rosseta. Ciudad donde se encontró la famosa piedra del mismo nombre, que sirvió de base para que el francés Pompillón pudiera descifrar la escritura geroglífica del antiguo Egipto. Descubrimiento que abrió las puertas al entendimiento y estudio de la civilización faraónica, poniendo al descubierto uno de los enigmas mejor guardado de todos los tiempos.

Las mismas artes y formas

A izquierda y derecha de nuestras ventanillas desfilan infinitos campos cultivados, formando perfectas figuras geométricas, dentro de las que trabajan afanósamente, encorvados sobre sus espaldas, los campesinos egipcios.

Aran, siembran, siegan, plantan o recolectan; alfalfa, maíz, coles, lechugas, habas u otras hortalizas o cereales. Mientras otros labriegos, a lomos de sus pequeños borriquíllos -o simplemente a pié- se desplazan solícitamente por los caminos que discurren al borde de los innumerables canales que surcan las anegadas tierras.

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Niños del Delta del Nilo

Los niños, inmersos en sus graciosas chislabas, corretean o ayudan a sus padres, mientras las mujeres lavan la ropa en las orillas de los canales o riachuelos con las mismas artes y formas que lo hacían hace 3.000 ó 4.000 años. Observando este mosaico humano se siente la sensación de que el reloj se ha quedado parado hace mucho tiempo en esta zona del planeta.

 Abul Abbas Al-Mursí

Centenares, miles de palmeras lo invaden todo, formando un paisaje idílico y soñoliento, cuyo verde inmaculado solo es  salvájemente roto por los sucios pueblos y mugrientas aldeas de estrechas y fangosas callejuelas situadas a ambos lados del ferrocarril. Las mismas parecen indicarnos, con su esperpéntica presencia, que ellas son la frontera entre lo onírico y lo real.

Los barrios que nos anuncian la proximidad de Alejandría, al igual que los dejados atrás al abandonar El Cairo, están terriblemente sucios. Sus casas, cuyos balcones nadie se preocupó de adornar con la más raquítica de las plantas, están sucias y descuidadas, dando la sensación de estar inacabadas. Sus estructuras de ladrillos grisáceos, enmarcados por pilares y forjados de hormigón, nadie se preocupó de enfoscar y/o pintar.*

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barrios de Alejandría

Cuando después de abandonar la estación, nos adentramos en el área donde estaba enclavada la vieja Alejandría, nada nos indica el más mínimo signo de la fastuosidad de su glorioso pasado.

Lo poco destacado que posee hoy Alejadría es – entre otras cosas- la mezquita Abul Abbás Al-Mursí que, con su forma octogonal y sus 3.000 m/2, hacen de ella una obra poco frecuente en la arquitectura religiosa musulmana.

Esta mezquita es la principal de la ciudad y debe su nombre al santo andaluz; Sidi Abul Abbas Al-Murcis que vivió en el siglo XIII de nuestra era. Cuando decimos andaluz debe entenderse español, ya que Al Mursi -como su nombre indica- nació en Murcia y no en lo que hoy es Andalucía.

Zocos

Los zocos son otros de los atractivos que podemos apreciar en la magna ciudad.

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Zoco

Entre ellos se encuentran el Suk Libia y el Suk Al- Magharba -o zoco de los magrebies- con sus famosos puestos de hierbas aromáticas y medicinales.

No existe su legendario faro, imán y guía de almirantes, piratas y mercaderes. Ni las agujas de Cleopatra (Ya en su día, se encargaron los expoliadores del mundo de arrancarlas de su sitio y llevárselas a Londres y Nueva York respectivamente), ni sus famosos aljibes, orgullo urbanístico y arquitectónico de su tiempo. Ni la Puerta de Rosseta, que daba entrada al barrio griego. Nada queda de su mundialmente famosa biblioteca.

Pocas, poquísimas cosas quedan para destacar de la fastuosa Alejandría con que soñó Alejandro y cantaron los poetas helenos.

¡Oh Alejandría…….poco has sabido agradecer a aquel que te dio vida, la fe que en ti puso!.

Has vejado el nombre del cual tú lo heredastes entregándote a sucesivos y anónimos salteadores que, solo fueron dejando en ti, la vulgaridad de la que eran portadores. Arrancándote cada uno de ellos, piedra a piedra, mosaico a mosaico, obelisco a obelisco, lo mejor de tu cuerpo, como sucede con las prostitutas de lujo, cuyos cuerpos en nada se diferencian de los de las vulgares rameras, al final de sus tristes vidas.

                                                                                                                           Paco Vidal

* Después supimos que las dejan premeditadamente «sin terminar» Ya que al no estar terminadas, no deben registrarlas, con lo cual no pagan impuestos.

LOS CAMELLOS DE GUIZA

Comienza aquí un trabajo que denominamos «cuna de civilizaciones», en honor a las tierras por las que viajamos, que consta de nueve partes. Cada una de ellas puede leerse por separado, aunque quizás sería mas acertado seguir un orden, sobre todo en el plano geográfico. Con tal fin las hemos clasificados de forma cardinal.

                                 (Cuna de civilizaciones, 1)

¡Todos a Egipto!

 En la década de los ochenta, cuando España empezó a despertar del dilatado letargo político y social que había vivido, el deseo de viajar y vivir in situ  otros mundos y otras culturas, prendió en amplios sectores de la sociedad. Viajar estaba al alcance de las clases medias (por ciertos muy numerosas en aquella época) y hacerlo daba un cierto prestigio social.

Los, «emprendedores» (entonces se llamaban de otra manera) se dieron cuenta del fenómeno y las agencias de viajes surgieron como hongos en pueblos y ciudades.

Por motivos obvios, Egipto figuraba en todos los escaparates y folletos de dichas agencias como destino turístico preferente.

Por motivos obvios, Egipto figuraba en todos los escaparates y folletos de dichas agencias como destino turístico preferente. Como consecuencia, los vientres de los vuelos chárter comenzaron a lanzar oleadas de turistas, sobre suelo egipcio.

Mapa

Todo el que volvía del «País de los Faraones» contaba y no acababa. Sus templos, su civilización, su historia, su mitología. Todo en Egipto parecía que tuviera que ser bueno. Y sabido es que las alabanzas continuadas, llegan a producir rechazo. Si a esto sumamos el factor de que Egipto parecía estar hecho solo para egiptólogos, periodistas y agencias de viajes, quizás sean motivos suficientes para justificar, o al menos entender, que décadas más tarde, el país de los Faraones, aún  no formara parte del contenido de nuestra «Mochila de Viajes».

Cuna de civilizaciones Los colosos (FILEminimizer)
Los colosos de Memnon.

Los que sigan mi Blog ya se habrán dado cuenta que no soy ni lo primero ni lo segundo, y los viajes organizados nos gustan tan poco que, normalmente, nuestros viajes los vamos «organizando» según avanzamos en el mismo.

Pero he aquí que, un día de febrero de la primera década del siglo XXI me encuentro en la habitación de un hotelito de un pequeño pueblo de la Alta Galilea, no lejos de la frontera libanesa, tratando de poner en orden mis apuntes y mis pensamientos, acerca del viaje tantas veces postergados y por fin realizado. Hoy, después de haberlo hecho, pienso que había bastante razón en las dudas planteadas  al principio de este escrito. Ese escondido temor a que Egipto no calase en mí, se ha hecho realidad.

Egipto, sobre todo el de los folletines, los cruceros por el Nilo y los circuitos programados  -a riesgo de ser tildado de paleto, excéntrico o patán-  no me gusta.

Cuna de civilizaciones Leones (FILEminimizer)
Avenida de las esfinges, templo de Amón

Hay que reconocer que la civilización y la  cultura faraónica, con sus templos, palacios y tumbas, son fascinantes. De todos es conocido el grado de perfeccionamiento alcanzado por sus sabios en el control y dominio de las matemáticas, la astronomía, la arquitectura, la ciencia y las artes en general. Sin embargo, justo es considerar que paralelo a este esplendor,  existía una sociedad que subsistía en la más absoluta miseria,tanto física como espiritual, tiranizada, humillada y engañada por la realeza, los escribas y el clero.

Generalmente en los catálogos y folletines que nos hablan de Egipto, lo que nos ofrecen son hermosas fotografías y magnificas perspectivas de sus monumentos. Los mismos existen. Pero, además de tenerlos, las autoridades competentes deberían cuidarlos, cosa que solo hacen de manera muy limitada.

¡Oh España!, Barcelona, Madrid, Al-Ándalus…..

A pesar de jugar un papel preponderante en el mundo árabe, aunque cada día menos. Egipto tiene uno de los niveles de vida más bajos del mundo islámico, si exceptuamos, claro está, aquellos que se encuentran envueltos en conflictos bélicos.

De todos es conocido a la presión que es sometido continuamente el turista en cualquier país árabe, con una oferta de productos y mercancías, la mayoría de las veces engañosa y enmascarada en la por ellos denominada «hospitalidad árabe». Si en general es así, en Egipto llega a ser realmente insoportable. Mucho más que en Marruecos, Túnez o Jordania. En esta última apenas existe.

Cuna de civilizaciones El nilo dos chalupas (FILEminimizer)
Falucas, surcando el Nilo.

La «hospitalidad» consiste en invitarte a tomar un te, y entre sorbo y sorbo tratar de venderte un producto por ocho o diez veces el importe que pagaría por él cualquier nativo. Consiste en llegar a una ciudad, y al ir a tomar un taxi, tratar de sacarte 20 € por un recorrido que no vale ni 3 euros. Consiste en dirigirse a ti por la calle con el clásico  Where come do You from?  Y cuando contestas, de España, exclamar:  ¡Oh de España!, Barcelona, Madrid, Al Andalus, hermano, y acto seguido tratar de convencerte para que le compres, desde la más insignificante de las baratijas hasta el autobús que va pasando por la calle en aquel momento.

¡Joder con los amigos, los hermanos y la hospitalidad!. Aquí espabilas o terminas cargado de escarabajos de bronce  -en realidad son de yeso-  tan refinadamente falsificados que solo te das cuenta del timo cuando los golpeas con un martillo y los dichosos «escarabajítos de la suerte» se convierten en polvo blanco, y los bolsillos vacíos. Lo peor de todo este «patrañeo», es que en el mismo está metido, salvo honrosas excepciones, desde el guía oficial, hasta el personal del hotel dónde te hospedas.

Si a este continuo «estar en guardia» le sumamos  el estado de suciedad y abandono en el que se encuentran la mayoría de los edificios y ruinas, la «experiencia» puede llegar a ser bastante fastidiosa.

Con especial desagrado recordamos la visita al templo Kom Ombo donde se venera al dios Sobek, al que conducen unas calles que, más parecen llevarnos a un vertedero, que a uno de los máximos exponentes de la milenaria civilización egipcia. Una vez en el templo comprobamos que lo visto en las calles solo era el preludio de lo que nos esperaba en la morada de los dioses. ¡Montones de basura y escombros por doquier!.

Cuna de civilizaciones Valle de los reyes (FILEminimizer)
Valle de los Reyes.

 

Francamente, creemos que las autoridades egipcias deberían prestar más atención a la «gallina de los huevos de oro». De no hacerlo, quizás hubiese sido mejor, dejar estas magnificas obras bajo las arenas del desierto. De esta manera, al menos, no se deteriorarían.

Cuna de civilizaciones Policía turistica (FILEminimizer)
Policía turística expulsándonos del recinto de las Pirámides.

El colmo de lo incomprensible nos sucedió visitando las Pirámides de Guiza  y la Gran Esfinge de Jafra (Kefren). Cuando en una visita programada a las mismas, con autobús y entradas incluidas. A las 5 de la tarde la policía turística, encargada de la seguridad del turismo y los monumentos, nos expulsó del recinto de forma violenta, cargando, tanto a pie como con camellos, sobre el grupo de turistas que nos encontrábamos allí.

Cuna de civilizaciones El Cairo (FILEminimizer)
El Cairo, fascinante y caotico.

 

El Cairo es una ciudad, fascinante y caótica al mismo tiempo, sucia y polvorienta, sobre todo si se tiene la mala suerte de llegar a ella en medio de una espantosa tormenta de arena. El viento que soplaba de una manera endiablada, venía preñado de una arena fina y densa, cuyos granos se masticaban en la comida y se bebía con el te y el café, dejando una capa de polvo que impregnaba las paredes de los edificios, las aceras y el asfalto de las calles, las retinas de los ojos y hasta las mismas vísceras de nuestros cuerpos.

 

Dicen los expertos que el que haya conducido en Tailandia, Indonesia, o la India, es capaz de hacerlo en cualquier otra parte del mundo. El que suscribe lo ha hecho en las dos primeras. Sin embargo, no está seguro de ser capaz de hacerlo en esta selva de asfalto que son las arterias cairotas.

¿Cuantos millones tiene El Cairo?

El Cairo es posiblemente la segunda ciudad de África, después de Lagos. Aunque la cifra oficial de habitantes es de 7.500.000, a cada cairota que se le pregunta da una cifra diferente, contestando siempre de forma afirmativa a los millones que el demandante le diga. Así que estos unas veces son siete, otras diez y puede que incluso quince millones.

Cuna de civilizaciones El Cairo y yo (FILEminimizer)
Sugestiva ciudad.

Sean los que fueren, la impresión que da cuando se transita por sus calles es que cada uno de ellos ha nacido con un volante entre sus manos y los dedos pegados al claxon.

Normalmente, en las grandes ciudades la inseguridad se encuentra en las aceras, debido a la delincuencia y otros factores similares. En El Cairo no existe este problema, por sus calles se puede pasear a cualquier hora con absoluta tranquilidad, sin el temor a ser victima de algún tipo de asalto o acto delictivo.

En esta ciudad, que según el decir de sus habitantes, o se ama o se odia, sin que de ella se pueda tener una opinión intermedia, el peligro y la inseguridad están en el asfalto de sus avenidas. Cruzar sus calles puede convertirse en una verdadera aventura ya que, absolutamente nadie respeta los semáforos, o los pasos de cebras.

Se cuenta que unos turistas que veían aterrorizados como el conductor del taxi que los llevaba se pasaba los cruces continuamente con los semáforos en rojo, observan atónitos cómo para en seco al llegar a uno cuyos semáforos están en verde. Preguntado el conductor ¿Porque paraba con el semáforo en verde si anteriormente se había saltado todos los cruces con los semáforos en rojo? Este contesta apático. Porque ahora le toca pasar a mis compañeros.

Generalmente los peatones forman grupos  -de esta forma de proceder debe exceptuarse a los cairotas-  antes de aventurarse a cruzar las grandes avenidas, dónde los conductores, con las manos apoyadas en el claxon, circulan sorteando todo cuanto se le pone por delante, ya sea peatón, vehículo, semáforo o agente de tráfico.

Cuna de civilizaciones Piramide (FILEminimizer)
Milenaria pirámide.

Poco es el espacio de que disponemos, y poco el tiempo que estuvimos en el Egipto maleado, prioritariamente, por un turismo de apergaminada materia gris y abultado bolsillo, para emitir una opinión concienzuda de lo que es, o pueda ser, un pueblo tan controvertido como el egipcio. Así que nadie trate de buscar en estas lineas otra cosa que no sea la sencilla opinión de una observación superficial y simple de este enigmático país.

Si tuviese que describir todo lo expuesto metafóricamente. La descripción podría ser la siguiente: El Egipto turístico es un monstruo, cuyas fauces están en Assuan, el Nilo la arteria que alimenta su cuerpo, y El Cairo la parte más impúdica por la que arroja los excrementos, que a través de los alveolos de su delta desembocan en la cloaca mediterránea.

Paco Vidal

SUGESTIVO HIMALAYA

Este viaje empieza en Kathmandú mas, no sabemos dónde terminará. Posiblemente en Hong Kong, después de haber atravesado China en diversos medios de locomoción; coche, tren, barco, avión etc.. Algo de éste iremos desgranando en el transcurso del mismo, para deleite o fastidio de nuestros lectores. Si los hubieres.

                       (De Kathmandú a...?.I)

COMO SÍ DE  PÉTREAS ESTATUAS SE TRATASE

Kathmandú comienza un nuevo despertar, rutinario y cotidiano, las sucias y mugrientas callejuelas de El Tahmel, corazón geográfico y comercial de la urbe, comienza su diaria lucha por la vida.

Sus soñolientos habitantes se desplazan, arrastrándose entre los restos de comida y verduras, dejados por los vendedores ambulantes al recoger sus puestecillos la noche anterior. Después de haberse disputado un trozo de acera – con otros vendedores-, para ofrecer los productos de sus huertos, sobre un trozo de plástico extendido en el suelo.

Son las siete de la mañana y el todo terreno que nos conduce a Kodari, en la frontera nepalo-tibetana, distante 155 Kms., da continuos virajes, tratando de sortear, no siempre con éxito, los socavones que adornan las maltratadas calles.

Atravesamos la Plaza Durban, -antorcha y guía de los hippies en la década de los sesentas del siglo pasado-  tan concurrida y transitada a otras horas, pero tan solitaria e ignorada al amanecer.

Conforme nos alejamos del corazón de la ciudad, las viejas y nuevas construcciones se mezclan caprichósamente, y por doquier existen montones de escombros y basura, donde hurgan los famélicos perros tratando de encontrar algo con que saciar su hambre.

Bahrabise la venden los incontables organizadores de Tours que existen en la ciudad, como un lugar donde desplazarse desde Kathmandú para poder contemplar desde ella, la gran cordillera del Himalaya. Cuando llegamos a ella, sobre las nueve de la mañana, lo único que vemos son las nubes que envuelven sus cercanas colinas. Destartaladas construcciones, a medio terminar, y más montones de basura. La polución es altisíma  y su tráfico caótico.

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Carretera nepalí

A partir de aquí la carretera deja de serlo, para convertirse en un camino de tierra, lleno de zanjas y socavónes, producidos por el intenso tráfico de grandes camiones que van y vienen a la ciudad fronteriza china de Changmú.

En Nepal se circula por la izquierda, pero en éste tramo de carretera cada uno lo hace por dónde puede. Aquí no manda la Ley, aquí manda la orografía, lo accidentado del camino y la pericia del conductor.

Por las laderas de las montañas, casi acantilados, que en épocas de lluvias hacen ésta vía prácticamente intransitable debido a los continuos corrimientos de tierra, caen cascadas de cristalinas aguas, que al llegar al valle se convierten en sucios y contaminados riachuelos que arrastran todo tipo de inmundicias, arrojadas a ellos por los habitantes de las aldeas y pueblos que atraviesan.

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Kodari

Kodari es más de los mismo, puestos, tenderetes y basura a lo largo de la carretera-calle que forma el pueblo.

El control fronterizo, punto hasta el cual se puede llegar con el vehículo, no es más que un destartalado edificio de una sola planta, en una esquina del cual hay un mostrador dónde nos sellan los pasaportes.

Además de los funcionarios, hay cambistas y algunos jóvenes que se ofrecen como porteadores para trasportar los equipajes hasta el punto de control chino, distante unos quinientos metros calle arriba.

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Porteadores

Justo en el centro del puente que sirve de frontera entre ambos países, hay dos jovencísimos soldados del ejercito chino que, por su porte y comporte, más parecen autómatas que seres humanos. Son ellos los encargados del primer control de pasaportes y visas.

Unos cincuenta metros más adelante, justo dónde empieza la tierra firme, hay dos garitas de cristal, una a cada lado de la suntuosa puerta que conforma el deslumbrante ( en este entorno lo es ) edificio de la frontera china y, dentro de ellas, otros dos miembros del ejercito chino. Esta vez firmes y rígidos, como si de pétreas estatuas se tratasen.

El control chino estaba, hasta hace relativamente poco, a unos cinco o seis kilómetros tierra adentro. Pero hace un par de años inauguraron este complejo de acero, cristal y mármol.

Los controles y registros son estrictos y rigurosos, siendo la actitud y comportamiento de los funcionarios tal, que más que respeto dan miedo.

Aquí nos espera «Pablo» Pasang, nuestro guía de habla española en Tibet, el cual se encarga de tramitar el papeleo.

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Paplo Pasang y el autor

Nosotros tenemos los pasaportes y los visados, expedidos por la embajada china en Kathmandú. Él debe traernos el permiso especial para el Tibet. Sin el cual, ningún extranjero puede visitar esta zona de la República Popular de China.

Al efectuar el funcionario el correspondiente control, detecta que falta algún número en el mismo, o este está cambiado, lo que nos lleva una media hora de espera e incertidumbre hasta que, por fin, se aclara el equívoco.

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Permiso para Tibet

Finalmente subimos al  todo terreno que nos llevará a Lahsa a través del «Camino de la Amistad».

Changmú, lugar donde dormimos, es una ciudad completamente nueva, construida por los chinos colgada de una ladera en las estribaciones del Himalaya. La misma se levanta siguiendo los pronunciados zig zag que forma la carretera, de tal manera que los pisos inferiores de los edificios corresponden al zig de abajo, mientras los superiores corresponden al zag de arriba.

En ella se construye con frenesís, como en todas las ciudades chinas, hecho que pudimos constatar en días posteriores. ¿Estará viviendo China una burbuja inmobiliaria como la vivida en nuestro país hace unos años?.

Es en Changmú, dónde los camiones nepalies intercambian la mercancía indo-nepalí por la china. Hasta aquí llegan, pero de aquí no pasan.

Como quiera que este es el único punto fronterizo abierto entre Tibet y sus vecinos del sur: Bután, Nepal, India etc., la afluencia de peregrinos budistas de estos tres países es desmesurada, sobre todo en junio, que corresponde al mes de abril  del calendario budista. Siendo este el mes santo del budismo, según nos informa nuestro guía, Páblo Pasang.

A los pies del Everest

Las vistas, desde la habitación de nuestro hotel, son espectaculares y es aquí donde vivimos nuestro primer amanecer en Tibet. Amanecer de un soleado día, que más tarde alcanzaría los 28-30 grados.

Los primeros kilómetros hacia la altiplanicie de Nyalam, transcurren por una carretera impecablemente pavimentada, que serpentea entre escarpadas cumbres y profundas gargantas.

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Garganta profunda

El potente Land Creuser V-6 que llevamos, asciende sin dificultad por las empinadas pendientes que se alzan ante nosotros.

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cordillera del Himalaya desde el Pang La

En menos de tres horas, hemos pasado de los frondosos y húmedos bosques de Changmú, situada a 2.600 metros de altitud, a las despobladas y áridas tierras que circundan el Pang La, con sus 5.050 n.s.n.m., uno de los pasos más elevados de la Carretera de la Amistad. Desde él se contempla un amplio horizonte de nevadas cumbres de la cordillera del Himalaya.

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Boñigas de yak en Nasar

En Nasar, pequeña aldea tibetana, rodeados de niños de curtida piel y encallecidas manos, con las tapias de los corrales de las casas cubiertas de boñigas de yak, caminamos durante un rato, por un estrecho sendero, entre rebaños de cabras y ovejas. Nuestro objetivo es visitar la Pengyeling Nangkoding, cueva en la que pasó largos años de su vida el gran maestro Milarepa dedicado a la meditación y la enseñanza.

Nyalam es una extensa comarca de áridas tierras, dónde el ejercito chino tiene posesionado gran cantidad de soldados, atentos guardianes de su frontera suroccidental. La única aparente riqueza  de éstas tierras son las pequeñas aldeas, en cuyos campos crece una raquítica cebada, con la que alimentar el ganado cuando el frío manto de hielo cubre todo cuanto abarca la vista y los animales deben permanecer en los corrales y cobertizos.

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aldea tibetana

En Tingri saciamos nuestro apetito, después de larga espera, en un «restaurante» lúgubre y poco limpio. En el mismo, unas jóvenes muchachas cumplen las funciones del cocinero ya que, según nos dijeron, éste se había ido con sus hijos, puesto que hoy era «el día del niño» en el calendario tibetano.

Más tarde de lo previsto, nos desviamos de nuestra ruta, abandonando el cómodo asfalto, después de dejar atrás las últimas casa de Tingri.

Un palo atravesado en el pedregoso camino, nos indica que para seguir adelante  hay que abonar el correspondiente peaje. Si no me traiciona la memoria; 400 Yuanes por el vehículo y 100 Yuanes por persona, ( aproximadamente100 € ). Debemos decir que esta cuota no es por circular por tan deplorable pista, sino por tener acceso al Campo Base Norte del Everets, que es a dónde conduce la pista en la que nos encontramos.

Desde Tingri hasta Rangbuk, monasterio situado en las estribaciones del Everets, hay 70 kilómetros de  tortuosas pistas de tierra y piedras, flanqueadas en esta época del año de secos torrentes. En Rangbuk habitan unos monjes budistas que dan cobijo, previo pago, a los montañeros y/o a todo aquel que se aventure por estos lares.

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Rangbuk

Desde el monasterio, dónde hay una enorme explanada llena de innumerables puestecillos atiborrados de pretendida artesanía, con cuya venta intentan subsistir sus propietarios, hasta el Campo Base, hay todavía 8 kilómetros.

 

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Los autores

Estos últimos kilómetros hay que hacerlos a pie o bien en unos vehículos del Estado, ya que a partir de aquí los vehículos particulares tienen prohibido el paso.

Nosotros, gracias a la profesionalidad y el buen hacer del traumatólogo sevillano Dr. Rafaél Muela,  nos permitimos acometer este pequeño trekking. De no ser por la exitosa implantación de rótula que dicho cirujano llevó a cabo en la rodilla de mi mujer, ella se hubiese visto obligada a quedarse en Rangbuk, o hacer este tramo en vehículo. Frustrando, de esta manera, un sueño largamente acariciado…¡Hacer a pie, al menos, estos escasos kilómetros de aproximación al Campo Base del Everets!

El monolito dónde se acredita la altura del lugar, 5.200 m.s.n.m., y que estamos en el campo base del Qomolangma, nombre del Everets en tibetano, está siempre cubierto por la más variada y pintoresca fauna humana, queriendo inmortalizar en su móvil tan señalado acontecimiento.

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Guía y autor

Aquí he visto, desde el clásico «aventurero de sofá», atiborrado de programas de National Geografy,  ataviado con las «representativas» camisas con bolsillos hasta en el cuello y los clásicos pantalones con los característicos remiendos en las rodillas, hasta un tipo, chino por más señas, con traje, zapatos de charol y gabán.

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Campo Base del Everest

Aunque hemos bajado de los 5.200 metros del campo base a los 4.000 que se encuentra Lahtse, el mal de altura se hace notar. A pesar de estar hidratándonos continuamente con agua caliente, líquido con el que te obsequian en todas partes.

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Si estamos en China, comemos con palillos

La cena que nos sirven en el hotel es copiosa y variada, pero el malestar que produce la falta de oxígeno no nos permite saborearla.

La habitación es amplia y confortable, pero a la hora de ducharnos no hay agua caliente. Se conoce que con tanto beberla no queda para la ducha.

Loungtas en la lejanía

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El Tra La con sus Loungtas

Desde las ocho de la mañana que emprendemos la marcha, hasta llegar a Shygatse, sobre las cinco de la tarde, dejamos atrás algunos de los grandes pasos de montaña de la ruta, como son el Yulong La, o el Tra La, todos ellos visibles en la lejanía debido a la gran cantidad de Lougtas o «caballitos del viento» que los adornan. Sobre los mismos se hayan escrito Mantras u oraciones budistas.

El Monasterio Sayka, comprendido entre los cuatro más importantes del budismo tibetano, lo dejamos atrás pues, aunque estaba en nuestros planes dedicarle una visita, por ser el abril budista, un mes santo, el monasterio está cerrado para los extranjeros.

Cuando llegamos a Gyantse, la segunda ciudad en importancia de Tibet, no tenemos gana para otra cosa que no sea; ducharnos y a la cama. La altura está pegando fuerte en nuestro organismo.

El Grand Gyantse Hotel, es un cuatro estrella que para si lo desearían muchas ciudades europeas. La cama mide 3 x 2 y las habitaciones, pasillos y zonas comunes son realmente espaciosas.

El dueño es un tibetano que se ha hecho millonario, ( En la China comunista abundan más que en cualquier otra parte del mundo ) comercializando mantequilla de yak.

No es que los tibetanos sean unos devoradores de mantequilla de yak, lo que sucede es que la misma se usa, desde protección solar hasta combustible para alimentar los miles y millones de velas que alumbran las estatuas de Buda, esparcidas  por este inmenso territorio.

La noche se hace larguísima y a las cinco de la mañana decidimos levantarnos y salir a dar un paseo, con el fin de respirar aire fresco que nos libere, en lo posible, de la sensación de asfixia que sentimos dentro de la habitación.

Por las calles transitan, apresuradamente, los fieles con el Masa, (rosario budista) en la mano izquierda, mientras con la derecha giran incansablemente, en el sentido de las agujas del reloj, el Mani Korlo o rueda de plegarias, en cuyo interior portan una, o más Mantras.

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Fieles orando

En la explanada que existe ante el enorme Tashilhumpo, segundo Monasterio en cuanto a tamaño e importancia del Tibet. Los fieles más devotos o fanáticos se lanzan al suelo, a todo lo largo de su cuerpo, una y otra vez, en un ejercicio agotador e interminable.

Hasta Lhasa, aún nos quedan tres o cuatro pasos de montaña, entre los que destaca el Khamba La, después de haber dejado atrás el lago Yandrok, uno de los más altos del mundo, situado a 4.490 m.s.n.m..

La bajada desde el Kahmba La, situado a unos 60 kilómetros de la capital, es, caprichosamente vertiginosa, con curvas y recurvas colgadas de escarpados precipicios que, sobre todo cuando no es uno el que conduce, le parecen realmente espeluznantes.

Por fin, sobre las siete de la tarde, entramos en la capital del Tibet, situada a 3600 metros de altitud, acunada sobre un hermoso valle, por una autopista flanqueada de bellos jardines y elaborados huertos.

Paco Vidal

 

 

 

MÍSTICO TIBET

                    (De Kathmandú a.....? II)

Lhasa

Las escasas imágenes que las televisiones occidentales nos ofrecen de Lhasa, corresponden, casi siempre, a tomas de acciones represivas del ejercito chino contra monjes budistas, o la población tibetana en general.

En las mismas suelen verse calles sucias, bordeadas por destartalados y grises edificios, a punto de derrumbarse. No sabemos cuándo o dónde estarán efectuadas dichas tomas, o que mensajes pretenden transmitirnos, pero para nada corresponde a la realidad.

Es obvio que nos estamos refiriendo al aspecto urbanístico de las mismas, ya que represión política y étnica, si que puede intuirse en el comportamiento, tanto de los chinos cómo de los tibetanos. Hasta el observador más indiferente puede darse cuenta que son dos pueblos obligados a convivir y tolerarse, pero, desde luego, nunca a amarse. Y cómo el poder lo ostentan los primeros, son los tibetanos los que llevan las de perder en esta partida.

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Puesto de control

En los cerca de mil kilómetros que median entre la frontera de Nepal y Lhasa hemos sufrido una media de un control cada cincuenta kilómetros. Cosa que, en absoluto,  sucedió en nuestro recorrido por otras provincias o regiones de China. Uno de estos controles consiste en determinar el tiempo que debe tardarse de una ciudad o pueblo a otro. El incumplimiento de estos tiempos conlleva la correspondiente sanción. Debiéndose justificar, ante las autoridades, el por que de dicho incumplimiento, si existiese el mismo. Esto ocasiona que, poco antes de llegar a los lugares dónde están estos controles, se vean gran cantidad de vehículos parados al borde de la carretera, haciendo tiempo para llegar al control a la hora estipulada.

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Mujer con el Mani Korla

No puede decirse lo mismo de la libertad de culto, pues los templos y monasterios están a rebosar,  y la ostentación de los actos de culto son visibles por todas partes.

Centrándonos de  nuevo en la ciudad, diremos que las amplias avenidas de  Lahsa nos recuerdan, en cierto modo, a Salt Lake City, ciudad del oeste americano fundada por los mormones en el siglo XIX, una de cuyas principales exigencias era que en sus calles una reata de ocho pares de bueyes pudieran dar la vuelta sin que se estorbasen unos a otros. Tal es su amplitud. La mayoría de los automóviles que circulan por ellas son de reciente matriculación y de categoría  media-alta, lo que ofrece un fuerte contraste con las gran cantidad de rickshaw  dedicados al transporte de mercancías y personas.

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Rickshaw y arquitectura tibetana

Como aviso a navegantes diremos que sus tarifas son hasta tres veces superiores a las de los taxis, al menos intentan cobrárselo a los extranjeros.

Otra de las cosas que llama la atención en esta ciudad, es el elevado número de motocicletas y carromatos eléctricos que circulan por sus calles. Calculamos que sobre el  80% de ellos.

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Y….la gente se divierte

En Lhasa viven gran cantidad de funcionarios chinos, que en este estado gozan de unos ingresos superiores a la media, lo que ocasiona que sus comercios y restaurantes gocen de una nutrida clientela.

Todas estas observaciones carecerían de importancia en cualquier otra ciudad del mundo. Pero al ser Lhasa la capital del Tibet y ser tan poco frecuentada por viajeros occidentales, cuando estamos en ella, nuestro sentido crítico se vuelve mas inquisitivo y observador.

El Potala 

A pesar de todo lo expuesto, el símbolo de esta sacra ciudad, es el POTALA, el edificio más representativo de la arquitectura tibetana y quintaesencia de la vida de este místico pueblo. Este inmenso complejo, compuesto por más de mil habitaciones. Residencia de los sucesivos Dalai Lamas y centro del poder religioso, cultural, administrativo y hasta espiritual del teocrático estado tibetano, desde que el quinto Dalai Lama, Lozang Gyatso lo mandara construir en el siglo XVII, hasta 1.959. Año en que el décimo cuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, se marchó a su exilio dorado de Dharamsala, en el norte de la India,  -antes de verse desacralizado ante un pueblo que, hasta entonces, había sido poco menos que un ejercito de esclavos a su servicio-.

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Fieles, girando alrededor del Potala

Como hemos dicho anteriormente, el inmenso complejo está compuesto por más de mil estancias, con una superficie construida de 130.000 metros cuadrados. Las 41 Hectáreas que ocupa sobre la montaña Hongshan a 3.700 m.s.n.m., le dan una situación de privilegio dominante sobre la ciudad.

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El poder dominante del Potala

Desde la atalaya de poder que constituía este conglomerado de edificios, ejerció  durante siglos, el clero budista tibetano, en general, y el Dalai Lama , en particular, un poder absoluto sobre una sociedad feudal compuesta de siervos y señores.

Tres eran los pilares sobre los que se fundamentaba dicha sociedad: La nobleza; 2% de la misma. El funcionariado; compuesto por el 3% de la población, al servicio de la mencionada nobleza. Los monasterios; formado por un ejercito de monjes, al frente de los cuales estaba un reducido número de Lamas. Y, por encima de todos, el Dalai Lama. Solo un reducido número de personas, menos de mil, eran dueñas del 93% de las riquezas del país. Eran propietarios, no solo de los rebaños, las tierras, los ríos, lagos y montañas, también les pertenecían los hombres y mujeres, ya que al ser dueños de sus almas y sus sueños, (a través de la religión) lo eran de sus cuerpos y sus vidas. Todo esto sucedía hasta finales de la primera mitad del siglo pasado. Fue este despotismo lo que sirvió de pretexto a los déspotas de Pekin para invadir el país.

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Uno de los siete niveles del Potala

Aún hoy, aprovechando las ventajas mediáticas que nos dan los actuales medios de comunicación, al consultar la web www.dalailama.com  se nos aconseja, sin que por ello se ruboricen, que de ser recibido en audiencia por el Dalai Lama deberíamos inclinarnos ante él y evitar el contacto visual con el mismo.

Hoy en día el POTALA es Patrimonio de la Humanidad, declarado como tal por la UNESCO en el año 1994. Las funciones que cumple son de museo, (Las entradas para su visita hay que gestionarlas con muchos días de antelación y, en ellas van impresos el nombre y número del documento de identidad del visitante) museo interactivo, lo podríamos definir ya que en muchos de sus múltiples rincones y recovecos existen gran cantidad de capillas, imágenes de fundadores de sectas budistas, o tumbas de Lamas y Dalei Lamas, dónde peregrinos, monjes y devotos cumplen sus funciones religiosas, alimentan la lumbre de las velas con mantequilla de yak o murmuran sus interminables plegarias, sin que las autoridades de Pekin, ni sus representantes en Lhasa, ejerzan ningún tipo de presión para que estas no se lleven a cabo.

orando en Lahsa (FILEminimizer)
Devotos orando

Mientras esto sucede en el interior, fuera, a lo largo de las avenidas, calles y senderos, que forman su inmenso perímetro, miles de fieles, venidos de los más apartados rincones del universo budista, giran alrededor del venerado lugar, en el sentido de las agujas del reloj, con el MALA (rosario budista) en la mano izquierda, mientras ocupan la derecha con el MANI KORLA (rueda de plegarias).  Esta especie de matraca gira y gira incansablemente, como ellos mismos, en el sentido de las agujas del reloj, como si de dos universos paralelos, ¿o tal vez complementarios? se tratase. Aquí se nota una pasiva presencia policial, compuesta por postas de tres individuos, (cada 50 metros) armados con subfusiles, que situados espalda sobre espalda, se limitan a observar, a través de sus gafas oscuras, al inmenso gentío, sin intervenir en ningún momento en el devenir de esta MANI KORLA humana.

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Giran y giran

Se desprende que los cantos y plegarias de unos y otros hacen poco daño  a los intereses del Partido Comunista Chino, más preocupado en controlar los hilos de las finanzas y la economía, salvajemente, capitalista que impera en el país.  ¿Que daño puede hacer a un poder monolítico, como el ejercido por el APARATO del PARTIDO, un puñado de fanáticos religiosos, con mentalidad medieval, que adoran a un semi-dios que vive en la vecina India y se pasea por el mundo en jet privado, compartiendo mesa y mantel con los dirigentes del mundo, aunque sea portador del Premio Nobel de la Paz y de la Medalla del Congreso Norteamericano, mientras le llega la hora para poder reencarnarse en Dios sabe qué?

Cadenas y grilletes

Fue, sin embargo, un episodio vivido en la estación de ferrocarriles de Lhasa, lo que más honda huella ha dejado en nosotros, el recuerdo de esta ciudad.

Las estructuras de los aeropuertos y las modernas estaciones de ferrocarriles de China guardan una cierta similitud entre ellos. Tanto en unas como en otros, los controles de seguridad para personas y cosas son bastante rigurosos. Así que después de haber pasado los mismos, (dónde me requisaron un puñal usado por los temibles GURKAS,  -mercenarios nepalíes del ejercito británico-  que llevaba en la maleta y que venden en Nepal como soubenier) nos sentamos, a la espera de la salida de nuestro tren hacia Pekin. Del fondo de la nave vemos cómo se acerca un pequeño y compacto grupo de hombres. Al llegar a nuestra altura, observamos que en el centro del mismo va un chico joven con grilletes, tanto en la manos cómo en los pies, y uniendo ambas extremidades una cadena de respetables dimensiones. Tan desagradable equipamiento le obliga a caminar lentamente, mientras es observado por centenares de personas.

Grilletes
¿……?

Todos sabemos lo habitual que es en China la aplicación de la pena de muerte pero, ¿Es realmente necesario «pasear» a un reo de manera tan denigrante por la sala de espera de una estación de ferrocarriles atestada de pasajeros?

La megafonía anunciando la próxima salida del tren que nos trasladará hacia el interior de este inmenso país, interrumpe mis pensamientos, ocupado en escenas medievales, para devolverme a la realidad y recordarme que la escena vivida, ni es un sueño, ni corresponde a la Edad Media.

                                                                                                                              Paco Vidal

GUERREROS DE TERRACOTA

 

                         (De Kathmandú a.....? III)

El expreso T-224

A las diez de la mañana, con puntualidad oriental, se pone en movimiento el T224 que une la ciudad de Lhasa  -capital milenaria del viejo estado teocrático de los Dalai Lamas-  con Xian, capital de la provincia de Shaanxi, fundada en el siglo II a.d.C. por el emperador Quin Shi Huang. 

Este ferrocarril fue inaugurado en 2006, con gran pomposidad por las autoridades chinas. Dicha obra ha dado al Territorio Autónomo del Tibet, cómo se denomina hoy, la facultad de romper el aislamiento que lo había mantenido alejado del resto de las provincias chinas, según la versión de las autoridades de Beijing, o de hacer al Tibet más dependiente de China, según la versión de los nacionalistas tibetanos.

Personalmente me inclino por la primera versión, sin que por ello quite rigor a la segunda, ya que esta mastodóntica obra de ingeniería ha terminado, en gran medida, con el endémico aislamiento que este país mantenía, no solo con China, sino con el resto del mundo.

Hasta 2006, la gran meseta tibetana, compuesta de 2.500.000 Km./2 (cinco veces la superficie de España) estaba unido a sus vecinos: Paquistan, India, Nepal, Butan, etc., por caminos carreteros, impracticables en invierno, ríos de barro y fango de julio a septiembre, y polvorientos caninos en temporada seca.

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El tren, ¡hermoso medio de locomoción!

El ferrocarril se desliza por el valle que sirve de cuna al río Lhasa, paralelo a éste, cuyo cauce, unas veces a la izquierda , otros a la derecha, discurre en sentido contrario a la marcha del tren. Nuestro convoy se desplaza flanqueado de picos que van de los 5.000 m. a los 7.000 m. El valle oscila entre los 3.600 m.. que se haya Lhasa hasta los 5.200 m. que alcanza al pasar por el puerto de Yang Ba Lin.

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Aldea tibetana

Desde que abandonamos Lhasa, pequeños núcleos de clásicas casas tibetanas, habitadas por campesinos y ganaderos, salpican el valle, dónde pastan manadas de tocs, (animal surgido de la unión de un yak con una vaca o de un toro con una yac), cabras, ovejas y yaks. Allí dónde estos sufridos campesinos consideran que la agricultura es más productiva que la ganadería los eriales se convierten en caprichosas parcelas, regadas por las claras aguas del río Lhasa, dónde crece la cebada y otros cereales, al contrario de lo que ocurre en las cercanías de la capital, dónde estos productos son sustituidos por verduras y hortalizas.

Conforme nos alejamos de Lhasa, el valle se hace más estrecho. Van desapareciendo los rebaños y los cultivos, para dar paso a zonas mas áridas y escarpadas, hasta que a las 11.15 h. nuestro convoy, cansinamente, alcanza el paso de Yang Ba Lin, de 5.200 m., situado a los pies del Luggudantse de 6.586 m. , cuyas cumbres, cubiertas por eternas nieves, lucen una blancura inmaculada.

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Paisaje tibetano

Descendemos el Yang Ba Lin hacia un nuevo valle, dónde ya no nos acompaña el río Lhasa, por lo que sus tierras dejan de ser cultivables, para convertirse en paramos dónde pastan los yaks rodeados de cumbres que dejan de ser blancas e inaccesibles para convertirse en horizontes muchos más lejanos, romos y grises, adornados, aquí y allá, de rojas pinceladas. Seguimos viendo pequeños núcleos habitados, pero más espaciados entre ellos. Aquí predominan los rebaños de yaks pastando libremente por el inmenso altiplano.

En los sucesivos valles por los que se va deslizando nuestro convoy, cual hambriento gusano, después de encaramarse a cada uno de los pasos que separan los mismos, pastan rebaños de cabras, oveja, caballos, tocs y, sobre todo de yacs, el animal más preciado de estas latitudes.

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El peludo y malholiente yac

El YAC, ese animal peludo y poco agraciado, podríamos decir que ha sido durante siglos, el sustento y alma de este religioso pueblo, sufrido y paciente.

Con su pelo confeccionan los vestidos y mantas con que abrigarse del gélido frío que barre el altiplano desde las nevadas cumbres del Himalaya. Con la piel del yac elaboran su calzado y construyen sus yurtas los pastores nómadas. Es su carne el principal y más nutritivo sustento. Y su leche la que les da vida y alimento en su niñez. Con la misma elaboran su famoso e inseparable té de mantequilla, con la que a la vez, inundan sus templos y monasterios de ese olor agridulce que los caracteriza, al ser éste el producto que nutre los miles, tal vez millones, de velas con las que contentar a Buda y alumbrar sus espíritus y corazones.

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Boñigas de yac almacenadas, formando tapias.

Por aprovechar aprovechan de éste, su inseparable compañero y bienhechor, hasta sus excrementos. Esas arquitectónicas boñigas que forman las eses del yak al caer al suelo. Esos geométricos círculos concéntricos, de mayor (unos 30 cms.) a menor (unos 2 cms.), son recojidos de prados y cercados para apilarlos en perfectas hileras sobre los muros que forman los corrales. O bien en pequeños pajares que, una vez secos, usan como combustible para calentar los hogares en las largas noches del frío invierno tibetano.  

Sobre las cinco de la tarde, rodeados de áridos paisajes rojo-grisáceos, atravesamos  pequeños riachuelos helados que vierten sus frías aguas sobre el Tongtien He. Donde tiene su cuna uno de los grandes ríos de Asia. Aquí nace, débil, insignificante y yerto, en los confines de la región de Qingai, para adentrarse en la de Sichuan,  donde se convertirá en el más importante y largo de los ríos de China; el Yangtze. Este río en el tramo que forma «Las Tres Gargantas» , a miles de kilómetros de aquí, entre las ciudades de Chonqqing y Yinchang merecerá capitulo aparte cuando naveguemos por sus aguas.

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Camiones por «La Ruta de la Amistad»

«La Ruta de la Amistad» y el ferrocarril vuelven a discurrir paralelamente, una y otra vez, en estas tierras inhóspitas. Ya no se aprecia vida animal alguna, excepto escasos y pequeños grupos aislados de antílopes del Tibet, y alguna liebre de gran tamaño que, se encabrita y huye asustada por el estrépito que forma nuestro convoy al pasar.

 Salvador Rodríguez

Sobre las nueve anochece, y todo queda envuelto en un manto de anonimato. Poco antes, por «La Ruta de la Amistad», que sigue discurriendo paralela a la vía férrea, avistamos a un par de ciclistas-viajeros, cargados hasta la bandera. Desde nuestra cómoda posición les enviamos señales de ánimo, las cuales nos agradecen desde sus escuálidos Rocinantes. Mirándolos me pregunto que empujará a estas personas  a abandonar casa y trabajo para recorrer regiones tan dispares y lejanas. Pedalear, cargado de todo tipo de bártulos, a 4.000 m. ó 5.000 m. debe de ser empresa de titanes.

Observándolos, no puedo por menos que dedicar un recuerdo a mi amigo Salvador Rodríguez que dejando casa y un cómodo puesto de funcionario en su amada Granada, se lanzó a la aventura de dar la vuelta al mundo en bicicleta, en cuyo empeño lleva ya ocho años. www.viajedecuento.com

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El menú del tren

Comemos algunas viandas que habiámos comprado en Lhasa y nos metemos en la cama. El almuerzo lo hicimos en el vagón restaurante , por 98. yuanes. Lo único que entendimos del mismo fueron las palabras «The Menu», todo lo demás estaba en caracteres chinos. El departamento está compuesto por cuatro literas del tipo «Softsleep». Dos de ellas están ocupadas por nosotros, la tercera por un joven chino taiwnés, con buenos conocimientos de inglés, y la cuarta es ocupada por otro pasajero en la ciudad de Golmud a las 24.50, cuando nuestro convoy se detiene en esta ciudad.

A las cinco de la mañana los primeros rayos del sol que se cuelan por la ventana, nos avisan de que un viajero no puede perder el tiempo durmiendo, si no quiere perder detalle de lo que sucede fuera y dentro del convoy. Apartamos las cortinillas y nos percatamos que el sol no brilla aquí con la intensidad que lo hacía en el alto Tibet. A nuestra izquierda nos saluda el lago Gingai, a unos 250 kms. de Xining, capital de la provincia de Gingai.

Por las tierras que bañan sus orillas, cubiertas de un manto tímidamente verde, pastan enormes rebaños de ovejas, en algunos casos, conducidos por un pastor, cuya cabalgadura no es otra que una motocicleta.

Las nueve de la mañana marca el reloj cuando llegamos a la ciudad de Xining, populosa e industrial. Las chimeneas de sus fábricas vomitan columnas de humo negro y contaminante.

Atrás queda, definitivamente, el altiplano tibetano. De él nos separan una ingente cantidad de túneles y una agradable sensación  -al vernos liberados de esa indescriptible angustia que produce la falta de oxigeno cuando nos movemos por encima de los 4.000 m..

Si Xuning nos pareció una ciudad de paredes ennegrecidas y atmósfera con sabor a acido. ¿Que decir de Lanzdau? Esta si que podríamos calificar como la primera ciudad verdaderamente china por la que pasa nuestro convoy.  ¿Cuántos millones de habitantes tiene este monstruo? En el mapa aparece como una simple ciudad de provincia, equiparable en nuestros estándares, con Soria, Logroño o Toledo. Sin embargo, consultando datos comprobamos que la antaño conocida como         «La ciudad dorada»  tiene 3.800.000 habitantes.

Nuestro expreso no se detiene en ella pero tarda mas de 40 minutos en dejarla atrás; centenares, miles de bloques de viviendas que oscilan entre dos y treinta y tantos pisos de altura. Las primeras, sucias, viejas y destartaladas construcciones de la primera mitad del pasado siglo. Próximas presas en caer, victimas de este devorador desarrollo emprendido por China en los últimos años. Las segundas, en construcción o recién terminadas.

En perpendicular con la vía férrea, cruzándola por pasos elevados o subterráneos, modernas autopistas, adornadas de copiosa vegetación, por las que circula un nutrido y fluido tráfico.

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Huertos de Lanzdau

Antes y después de la ciudad todo está ocupado por pequeñas parcelas, tan extremadamente labradas, que podrían confundirse con un mosaico, elaborado por las manos de un experto artesano. Habas, zanahorias, alcachofas, coliflores, rábanos, brócolis, coles, pimientos, apio, tomates y todo cuanto necesita la cocina china, tan amante de las verduras y hortalizas.

Parece que estos pequeños y medianos huertos, fuesen capaces de alimentar, por si solos, a los millones de habitantes de Landzdau.

La patria de los guerreros de terracota

Con sus edificios engullidos por las luces de neón y devorados por la obscuridad de la noche, llegamos a la legendaria Xian.

Xian, Alfa y Omega de la celebérrima «Ruta de la Seda» . A ella llegaban, o de ella partían, las caravanas encargadas de unir Oriente y Occidente. Roma en un extremo, Xian en el otro. Entre ambas, caravanas de hombres y animales, portadores de sueños y ambiciones, arrastrándose a través de ríos, desiertos y montañas, en interminables y agotadoras jornadas, dilatadas en el tiempo y el espacio. Fueron estos abnegados seres los que sirvieron de vínculo entre Oriente y Occidente, los que llevaban y traían nuevas y viejas ideas políticas, filosóficas o mercantilistas de la milenaria China a las milenarias culturas mediterráneas, o viceversa.

Hoy Xian es, con sus 8.000.000 de habitantes, una urbe moderna, cruzada por infinidad de amplias avenidas que enlazan con incontables autopistas, adornadas y flanqueadas de extensas zonas ajardinadas. Solo la ciudad vieja, un rectángulo enmarcado dentro de sus restauradas murallas, recuerda, en parte, lo que una vez debió ser esta reliquia del pasado.

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Acreditación del hallazgo

Siendo, como fué Xian, visitada, a través de los siglos, por incontables personajes de las más diversas razas y condiciones, ávidos de gloria y notoriedad, no fue hasta 1.974 cuando el fortuito hallazgo de un simple campesino catapultó a esta, antes emblemática, y ahora olvidada ciudad a ocupar de nuevo, un puesto entre las ciudades más visitadas del mundo.

Era el atardecer de un día de marzo de 1974, cuando unos campesinos de la aldea de Xiyang, situada a unos 30 kilómetros de Xian, en lugar de agua, encontraron  trozos de figuras y armas de bronce cuando estaban abriendo un pozo para regar sus campos.

Excavaciones posteriores demostrarían que estos campesinos, con sus rudimentarias herramientas, habían puesto en marcha uno de los más grandes descubrimientos arqueológicos de los últimos tiempos.

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Cuadriga de los guerreros de terracota

Allí, a unos 30 kilómetros de las murallas de la vieja Xian, el emperador Qin Shi Huang, el unificador de los seis reinos. A la edad de 13 años, cuando heredó el reino a la muerte de su padre, el 246 a.d.n.e., ordenó a artistas y artesanos de su imperio, modelar un ejercito de guerreros  -infantes y jinetes-  a tamaño natural, para que lo acompañasen en sus conquistas y crueldades más allá de la vida.

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Guerreros de terracota

Más de 2.000 años han montado silenciosa guardia ante la tumba de su Señor, estos soldados: oficiales y generales, guerreros todos. Hasta que la ruda azada de un humilde campesino los catapultó a la fama en la segunda mitad del siglo XX.  Es este ejercito de guerreros el que nos ha traído hasta Xian en nuestro viaje a través de diferentes provincias y territorios autónomos de la actual República Popular de China.

Hay en Xian, no obstante, otros lugares dignos de visitar, entre los que destacaremos la popular; Hua Shan o Montaña de la flor de loto. Hua Shan, enclavada a unos 40 kilómetros al norte de la ciudad, es una montaña compuesta de escarpadas crestas graníticas, entre las que existe una red de senderos excavados por el hombre en la dura roca, con el fin de poder visitar cada una de las múltiples pagodas, templos y templetes que se encuentran esparcidos a lo largo y ancho de todo este laberinto de cumbres y crestas.

Hua es una de las cinco montañas sagradas de China. En ella buscaron refugio, huyendo de las iras del emperador Qi Shi Huang,  muchos seguidores de Confucio y otros monjes y ermitaños.

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Senderos de Hua Shang

Cuenta la leyenda (todas las montañas la tienen) que hace muchos años llegó al pié de la montaña un anciano que quería subir a ella para ofrecer dádivas a los dioses, el hombre siempre los busca en los lugares más inaccesibles, pero debido a su debilidad le era imposible conseguirlo. Entonces, un búfalo que pastaba al pié de la montaña, se apiadó de él, lo subió sobre su lomo y lo transportó a la cima, abriendo un sendero en la escarpada pared de roca. Desde entonces son varias las personas que mueren al año, intentando seguir el sendero que abrió el búfalo con el anciano a lomos.

Hoy en día, este vertiginoso sendero podemos visualizarlo en  GOOGLE introduciendo: «El sendero más peligroso del mundo».

Yo tengo que decir que, como también tengo muchos años, estuve buscando el búfalo, sin lograr encontrarlo. Así que tomé el moderno teleférico que existe desde hace años al pié de la montaña, y en siete minutos me puso en la cima de Hua Shan.

                                                                                                                    Paco Vidal

¿BURMA O BIRMANIA?

                               (Por tierras birmanas I)

El Gran Bazar

A nuestra derecha distinguimos un núcleo de luces correspondiente a la ciudad de Mawlamyne. Atrás queda la frontera birmano-tailandesa y la cavernosa voz del imán que nos acompaña con sus plegarias a Ala por la megafonia del avión, desde que despegamos del aeropuerto de Bangkok. Con las últimas luces del día puede apreciarse la línea divisoria que forma la tierra firme con las aguas del mar de Andamán, en la lengua que forma el Golfo de Martaban al introducirse en tierras birmanas. En tierras de Burma o Mianmar que dirian otros. Nosotros hemos escogido el apelativo Birmania por ser el mas empleado en Occidente.

Minutos mas tarde, nuestro avión se posa suavemente sobre la pista del aeropuerto internacional de Yangón. ¡Cuanta diferencia entre éste y el de Bangkok! En aquel el entrar y salir de aeronaves desde, y hacia los cinco continentes, era continuo. En este solo hay dos aviones: el nuestro y otro de la Thai que toma tierra inmediatamente después del nuestro. La iluminación es escasa y su infraestructura me recuerda el aeropuerto internacional de la Isla de Pascua, con la salvedad de los caracteres ligüísticos.

La Biman Bangladesh Airlines, con la que volamos nosotros, cubre el trayecto Bangkok- Dacca, con escala en Yangón, tres veces por semana.

Dragón
Dragón con mono

El trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel, en el centro de la ciudad, junto a la estación de ferrocarriles, nos lleva unos 25 minutos. Del trafico, además del caos, nos llama la atención; que se conduzca por la derecha, a pesar de haber sido Birmania durante tanto tiempo colonia británica. Al hacérselo notar al taxista (el cual nos cobra el doble de lo que cuesta el recorrido habitual, según supimos mas tarde) éste nos dice que aquí se condujo por la izquierda hasta hace unos años, cuando la Junta Militar decidió cambiarlo. Así existe la paradoja de un país que circula  por la derecha con el 99% de sus vehículos con el volante en la derecha.

Nuestros primeros pasos por las calles adyacentes al hotel nos muestra que el tráfico no es agobiante, pero si intenso. Lo que sí se puede afirmar de él es que, es caótico. como sucede en la mayoría de las grandes urbes asiáticas, exceptuando las de Japón . En sus calles es el coche el que manda. El peatón juega un papel secundario, los pasos de cebras existen ,pero ningún conductor los respeta. Si alguien intenta cruzar la calzada, aunque sea por uno de estos pasos, lo primero que tiene que hacer es asegurarse que el vehículo mas cercano no se encuentra a menos de 150 ó 200 metros.

Cada conductor circula con una mano en el volante y la otra apoyada en el claxon, lo que ocasiona una ciudad bastante ruidosa.

En Taxi
En taxi

Las aceras de las calles de la ciudad forman un Gran Bazar.  Aquí todo el mundo compra o vende algo. Da igual lo que sea: desde pequeños transistores Made in China, hasta frutas, verduras, gafas, gorros, relojes, herramientas, libros, paraguas, comida, motores eléctricos y todo cuanto se busque. En éste inmenso mercado al  aire libre  -que obstruye aceras e impide el acceso a los comercios-   se hace y deshace todo. El suelo es el banco de trabajo  donde se arregla un motor, se repara una vieja bicicleta china o se deshuesa un arcaico rickshaw.

El que haya visitado el zoco de cualquier ciudad marroquí, quizás piense que el espectáculo que ofrece uno, no puede ser muy diferente del que ofrezca el otro. Cierto es que existe cierta similitud, pero mientras en el zoco cada vendedor cuenta con su propio espacio día tras día. Aquí reina una anarquía casi perfecta. Todo se monta por la mañana sobre las aceras, que son de todos, encima de  mugrientas mantas y viejas alfombras, (las mismas marcan los límites de cada tenderete) para desaparecer por la tarde y comenzar al amanecer de un nuevo día con la lucha por un nuevo espacio donde exponer los productos.

Con chanclas o descalzos

Como hemos dicho anteriormente, en este mercado interminable , uno puede encontrar cualquier cosa que busque. Cualquier cosa , menos zapatos. En Burma no existen los zapatos. Aunque cueste creerlo en pleno siglo XXI Birmania es un país de hombres, mujeres y niños que no usan ni zapatos ni botas. Como calzado utilizan esas chanclas, que nosotros usamos a veces, para ir a la playa o ducharnos; compuesta por una suela de goma y dos tiras superiores cuya unión hacemos pasar entre el pulgar y el segundo dedo del pie.

Niñas vendiendo
Niñas vendiendo

Este pueblo, vaya como vaya vestido, ya sea con anorak, polar, traje, falda o el clásico lungui*, siempre porta el mismo calzado. Desde el mas insignificante personaje hasta el director de banco, pasando por camareros, conductores de transportes públicos, recepcionistas o directores de hoteles, siempre van calzados con las mencionadas chanclas. Solo hay dos excepciones: La primera son los monjes budistas, que siempre van descalzos -desde el mas joven hasta el mas anciano y desde el mas alto en la jerarquía eclesiástica hasta  el mas insignificante lego. Todos arrastran sus desnudos pies por las cuidadas Pagodas o las sucias callejuelas. La segunda la forma los militares, calzados siempre con impecables y lustrosas botas.

Tal disparidad en el calzado nos hace pensar  que lo de portar chanclas pudiera obedecer a algún decreto o imposición de la Junta Militar que durante tantos años ha gobernado este país con mano de hierro.

¡Mal puede enfrentarse un pueblo descalzo o en chanclas  (al menos y sobre todo psicológicamente) a un ejercito opresor impecablemente vestido y perfectamente calzado!.

Los monjes budistas

La Historia nos demostrará, no obstante, que precisamente fueron esos monjes descalzos el principal baluarte de las protestas, que tiempo después, acabaron con ese ejercito impecablemente vestido y perfectamente calzado en el que se apoyaba la Junta Militar.

Monges mendigantes
Monjes mendigantes

No podemos cerrar este trabajo sin elevar un canto a la ejemplaridad de estos clérigos que en nada se parecen a sus homónimos de la religión católica o protestante. Mientras estos, por su forma de vestir y actuar, pertenecen a la clase media, o alta, de nuestra sociedad. Los monjes budistas, niños o ancianos, se ven obligados a salir cada día,  -con las primeras luces del alba, con la clásica cazuela de barro, donde los fieles van depositando sus dádivas-  envueltos en sus frágiles hábitos y sus desnudos pies a implorar las limosnas de las que se    sustentan.

Monges
Por caminos y veredas

Hemos visto a estos monjes vagar por los caminos, «amontonarse»  encima de las camionetas, montar en bicicleta o pordiosear por las calles. En la Gran Pagoda de Yangón, hablando con uno de ellos, nos decía que venía de Myeik, en el sur de Birmania, para venerar a Buda en la Shawe Dagón, y después continuaría hacia Mandalay para rezar en la Gran Pagoda de esta ciudad. En el transcurso de la conversación nos rogó que le diéramos una limosna para poder continuar su peregrinación.

No pretendemos juzgar aquí la actitud de estos monjes ni dictaminar si su comportamiento es el correcto o no, solo queremos resaltar lo que hemos visto y lo  consecuente que nos ha parecido su conducta con lo que predican.

Paco Vidal

*Lungui es la clásica falda con que, aún hoy, va ataviada la mitad de la población, birmana, tanto hombres como mujeres. Consiste en un cilindro de tela, de  aproximadamente, el doble del diámetro de la persona que lo lleva, cogido a la cintura, con uno o mas nudos.

A PROPÓSITO DE BUDA

                                                                                    (Por tierras birmanas II)

Shwedagon

Al visitar el gran complejo religioso formado por la Shwedagon Pagoda quedamos impresionados por la enorme cantidad de fieles que acuden a ella a postrarse ante las múltiples formas de Buda que existen en el mismo.

En la mayoría de los casos, las dádivas son ofrendadas al divino Sidarta Gautama, por gente que tienen que renunciar a sus mas elementales necesidades con el deseo de alcanzar, a cambio de las mismas, los favores del etéreo Buda.

Resulta difícil  creer que algún dios sea capaz de demandar tanto, de gente que tiene tan poco.

Eshaustos, pero a la vez admirados,  de la gran cantidad de capillas y templetes (la gran mayoría de ellos al aire libre) donde orar, y de símbolos y figuras ante quien postrarse. Incapaz de comprender como es posible tanta disparidad entre la mundana realidad y el misticismo que se respira en este suntuoso complejo religioso, (el mas sagrado del budismo birmano) al que se le atribuyen 2500 años de antigüedad y estar en posición de varias reliquias de Buda.

Asombrados, al mismo tiempo, de la notable diferencia que existe entre los lugares de culto del Cristianismo y el Budismo. En este los fieles no se retraen en la penumbra del templo para orar, como sucede en el Cristianismo. Las plegarias se realizan públicamente, cada uno como y donde quiere, sin necesidad de sacerdote que le sirva de guía o intermediario

Gran Pagoda de Yangun
Gran Pagoda de Yangón

Abandonamos la Shwedagon Pagoda, La Gran Pagoda de Yangón, y nos lanzamos a la calle para desprendernos de tanto exceso de santidad y convertirnos en seres mas acorde con la realidad.

Bajamos por la calle Shwedagon Pagoda hasta la Bagyoke Aung San, torcemos a la izquierda y después de dejar atrás el mercado de Bagyoke nos encontramos  en la confluencia de la Sule Pagoda Road, justo al lado de la estación central de ferrocarriles de Yangón. En la misma entramos cuando las primeras sombras de la noche comienzan a adueñarse de la ciudad.

En el primer anden  -separado del Hall de la estación por una enorme verja de hierro-  se encuentra estacionado el expreso que próximamente partirá hacia Mandalai. Segunda ciudad en importancia del país, y antigua capital del reino Burma.

Una ingente masa de seres anónimos deambula por los diferentes andenes.  Unos dirigiéndose al convoy estacionado en el anden, después de pasar el correspondiente control establecido en las puertas intercaladas en la verja divisoria. Otros, como queriendo encontrar no se sabe qué, desprendido de ellos sin saber como.

En los rincones, tumbados sobre sacos, mantas, harapos, o simplemente, sobre el sucio suelo, se amontona una multitud, posiblemente a la espera de próximos convoyes. O simplemente porque son las grande estaciones de las grandes ciudades el mejor lugar donde cobijarse.

Por todas partes hay montones de paquetes conteniendo las mas dispares mercancías; Desde cereales, especias o ropa, hasta todo tipo de animales domésticos.

«Restaurante»

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«Restaurante»

Ya totalmente de noche abandonamos la estación y nos detenemos a observar como un par de jóvenes se afanan en montar un «restaurante» de los que tanto abundan en este país. Consiste en un artilugio montado sobre dos ruedas de bicicleta encima del que cocinan diferentes sopas, compuestas de fideos y verduras, acompañados de algún trocito  de carne.

Alrededor del artefacto, que sirve de cocina y mostrador, colocan cinco o seis taburetes de plástico de unos treinta centímetros de altura, que van siendo ocupados y liberados continuamente por comensales, a los que los jóvenes van sirviendo  -por unos cuantos de cientos de Kaets (Algunos céntimos de Euro)- en unos cuencos de plástico, la sopa que van rehaciendo continuamente.

A unos 150 metros del «restaurante»  hay una parada de Rickshaw birmanos, consistente en una vieja y pesada bicicleta de fabricación china, a la que han adosado un sidecar de doble asiento  -uno hacia adelante y otro hacia atrás.

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Rickshaw transportando una familia

De dicha parada salen y llegan continuamente alguno de estos «Taxis», (con tal nombre se conocen y éste es el rótulo que los distingue de los de uso privado) con algún que otro pasajero. En ocasiones he llegado a ver transportar hasta seis personas en estos rudimentarios vehículos.

Mientras tanto, por la Sule Pagoda Road pasan raudos los vehículos, haciendo sonar los claxon enloquecidamente, advirtiendo a los peatones que intentan cruzar la calzada, (aunque el intento se haga por un paso de cebras perfectamente marcado en el asfalto) que solo deberán hacerlo si no se acerca ningún vehículo a menos de cien o ciento cincuenta metros.

Distraídos con estas observaciones vemos como, no lejos de nosotros, se mueve diligente un perrillo callejero, uno más, que intenta por todos los medios cruzar la calle. Mientras, en la acera contraria es una perra la que intenta la misma proeza, pero en sentido contrario. Ímprobos son los esfuerzos que hacen ambos por conseguirlo, pero cada vez que uno de ellos lo intenta, un estridente pitido con la veloz pasada del consabido vehículo afeitándole los bigotes les hace desistir a uno y otro.

Convencido de que ninguno de los dos conseguirá su objetivo, desvío mi atención sobre una anciana que, unos metros a nuestra derecha intenta, como los canes, atravesar la arteria. Si difícil lo tienen los chuchos mas difícil lo tiene la pobre mujer. Cada vez que la desvalida señora, de no más de 1.5 metros de altura y unos 40 Kgs. de peso, pretende cruzar la calle aparece un semejante y, con la mano apoyada en el claxon, le advierte que el asfalto es dominio, total y absoluto, de los artefactos metálicos.

Después de tantos fallidos intentos, observa la diminuta mujer, que unos metros mas adelante la gente consigue pasar por el lugar donde está marcado el paso de cebras. Hacia allí se dirige, pero de nada le sirve. Ella es demasiado inexperta y tiene demasiados años para ser capaz de sortear los vehículos y marcar las distancias, como hace la gente mas joven y avezada.

Buda acostado
Buda acostado

Ninguna de ésta gente que he visto en La Gran Pagoda de Yangón  -y en otras tantas Pagodas-  entregarse a Buda en cuerpo y alma, con un fervor rayando el éxtasis, es capaz de parar su vehículo y dejar pasar a esta pobre anciana. Ningún peatón se apiada de ella ayudándola a cruzar la calle.                                                                                         

Tal vez sean actitudes como estas, por las que a Buda le cuesta tanto ser justo y misericordioso con gente que tanto esfuerzo les cuesta serlo.

Finalmente la anciana desiste y se aleja, desapareciendo en la obscuridad, en dirección a la estación.

Objetivo cumplido

Nosotros, después de lo visto, decidimos encaminar nuestros pasos hacia nuestro hotel, pero al girarnos…¡Oh sorpresa! Junto a nosotros se encuentra la perra que antes había llamado nuestra atención y de la que nos habíamos olvidado. Allí, a nuestro lado, sin el más mínimo recato, está ofreciendo al pequeño vagabundo, la prenda por la que él tantas veces había expuesto su vida al intentar cruzar la calle. Sin dudarlo un momento, el famélico chucho se apoya en sus enclenques patas traseras, y  después de veloces y convulsos movimientos, en pocos segundos, consigue terminar su obra con una hembra que le dobla,  tanto en estatura como en carácter.

perros callejeros
La Dama y sus caballeros

Satisfecho de su acción procede a deshacer lo hecho. Pero al intentar alejarse, después de voltear sus patas delanteras por encima del trasero de su amada, se encuentra colgado de la robusta hembra. Ésta, ante tal situación,  -y con sus dislocas apetencias  satisfechas-  empieza a morderlo y arrastrarlo hacia el centro de la calzada, dominio ésta de los feroces conductores y no                                                         de los mortales canes.

trafico
Caótico trafico

Comienza aquí una sinfonía de pitidos, acompañada de un chirriar de frenadas. ¡Oh milagro! Lo que antes no habían conseguido, ni la indefensa mujer ni los vulgares chuchos, lo consiguen ahora los descarados canes, al llevar acabo el mas sublime acto de la creación. ¡El acto de la procreación ha sido capaz de paralizar el trafico!

En el centro de la calzada los dos protagonistas (estoy convencido que protegidos por la piadosa mano de Buda), rodeados por una jauría de rivales, atraídos por los alaridos de dolor del maltrecho amante. Los cuales, envidiosos de la osadía de este pequeño Woody Allen lo muelen a dentelladas, hasta lograr liberar a la DAMA de las centenares  de acusadoras, a la vez que cómplices, miradas dirigidas a ella desde las aceras y calzada.

Paco Vidal

CAMINO DE MANDALAY

                          (Por tierras birmanas III)

 ¡Que bien se lo montan los representantes del proletariado!

Sobre las nueve de la mañana de un templado día de últimos de  enero, salimos de Yangón a lomos del mas popular de los vehículos que circulan por los países comprendidos entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio. Nos estamos refiriendo a TOYOTA. Tan fuerte es la presencia de estos vehículos en la vida de los países comprendidos en todo el cinturón tropical que, si Toyota desapareciera del mercado de un día para otro, el comercio y la economía de estos países sufrirían un cataclismo de mayores dimensiones que si les faltase el arroz, con toda la importancia que este alimento tiene en estos pueblos.

En Taxi
De gira por Birmania

Nuestra intención es hacer una gira por todo el territorio birmano, no prohibido a los occidentales.

En la Myanmar Travel Agent nos pedían 100 dolares diarios por el alquiler de una Hilux doble cabina, conductor y combustible incluidos. Ante nuestro rechazo, la misma empleada nos acompaña sigilosamente a la calle y,  nos dice que su marido nos presta el mismo servicio por  35 dolares. Sin dudarlo cerramos el trato y acordamos comenzar el viaje el día que nos ocupa.

Dejamos atrás el centro de Yangón, desplazándonos ahora por amplias avenidas, flanqueadas de señoriales residencias de cuidados jardines, sombreados por abundante arboleda. Estamos en la zona residencial de la ciudad, donde vive la clase pudiente del país. En las fachadas de algunas de las villas se distinguen enseñas de países extranjeros, sus puertas están custodiadas por miembros del ejercito birmano. Son las representaciones diplomáticas de otros países.

Ante un semáforo en rojo, se detiene a nuestro lado, un llamativo Mercedes S-500 de color negro y cristales ahumados. Al llamarle la atención a nuestro conductor sobre el mismo, me hace notar que pertenece a la Embajada china.                                ¡Caramba con los representantes del proletariado, que bien se lo montan!

Conforme vamos avanzando, las calles se van haciendo mas populares y menos limpias. En las aceras cada vez hay mas gentes, y sus edificios  -de tres o cuatro pisos-  ya no están alejados de la calzada, ni protegidos por muros o altas verjas.

Naturaleza Sus bajos son ahora pequeños negocios, mientras los pisos superiores sirven de viviendas a las clases medias. No obstante, con Yangón no sucede como en las grandes urbes latinoamericanas. Allí todas las ciudades están estranguladas por un cinturón de pobreza que las asfixia y les impide una expansión urbanística razonablemente aceptable. Deducimos que porque en Birmania aun no se ha producido ese éxodo masivo del campo a las ciudades. ¡Ojalá no se produzca nunca!

A unos veinte kilómetros de la ciudad nos detenemos ante el Taukian Cementery, al borde derecho de la carretera, donde reposan los restos de 27.000 soldados y oficiales británicos, de entre 18 y 40 años, caídos durante la Segunda Guerra mundial en combate contra el ejercito japonés. Es un lugar digno de visitar por la paz y la armonía que reina en el mismo.

Feroces y productivas tierras

La región de Bago, en la que nos introducimos poco después, es una zona con una agricultura inmensamente rica. Se encuentra ubicada la misma en una planicie dedicada, mayoritariamente al cultivo del arroz. De sus tierras negras, feroces y productivas, arrancan sus laboriosos campesinos, hasta tres cosechas al año, según nos cuenta Sohn, nuestro conductor y guía. Estas productivas tierras se extienden a ambos lado de la carretera, surcadas por canales construidos con improvos esfuerzos por estas gentes carentes de todo tipo de maquinarias. En sus anegadas parcelas puede verse el cultivo de tan preciado alimento en sus diferentes faces de desarrollo. Mientras en unas eras  los campesinos  -hombres, mujeres y niños-  se afanan, enterrados en el lodo, en plantar los pequeños manojos del cereal en el fangoso suelo, en otras, poco mas allá, las doradas mieses son doblegadas bajo la hoz manejada diestramente por la experta mano campesina.

Arrozales
Arrozales

No lejos de allí, al otro lado de la ruta, podemos ver como un hombre conduce  una pareja de búfalos que, enterrados hasta la panza en el barro, arrastra lentamente el arado, preparando la tierra para la próxima plantación. Al mismo tiempo en la vecina parcela, unos niños quitan las malas hierbas de una plantación, de un verdor tan cegador, que parece que toda la clorofila del mundo estuviera concentrada en ella.

Observado estos campos vienen a mi memoria las vivencias de mi juventud en las marismas del Bajo Guadalquivir. Mas…. ¡Cuanta diferencia existe entre estos y aquellos campesinos!. Mientras allí, medio siglo atrás, el trabajo se realizaba, en gran parte, con la ayuda de tractores y otros medios mecánicos. Aquí, en los albores del siglo XXI, se sigue realizando como en plena Edad Media.

Cuesta creer que, paralelamente en el tiempo, mientras en «nuestro» mundo se realizan a diario operaciones a través de Internet que reportan fabulosas fortunas  -sin ni siquiera mancharse las manos, o tal vez sí, pero con otro tipo de lodo-  aquí, esta gente, tenga que trabajar de sol a sol, hasta caer desfallecidos para, con su esfuerzo infrahumano, solo conseguir medios con los que poder sobrevivir.

Abandonamos la región de Bago para adentrarnos, por poco tiempo, en el estado de Kayin estrecha y larga franja de tierra entre la región de Bago y la frontera tailandesa, al este del país. Este pequeño estado, del tamaño de Albania, le está     ocasionando grandes quebraderos de cabeza a la Junta Militar debido a los enfrentamientos armados que sostienen las guerrillas de la etnia Karen con el ejercito del gobierno central.

Después de dejar atrás el pequeño país de Kayah, cuya capital es la apacible y exotica Loikaw, nos adentramos en el estado de Shan, uno de los mas grandes de los que forman la Unión de  Myanmar, habitado por numerosas etnias y pueblos, entre los que destacan aquellos que le dan nombre al país. Los Shan, etnia que, además de en Birmania, se encuentra en Tailandia, Laos, China y Vietnan.

Todo el territorio birmano que forma parte del denominado Triangulo del Oro, está ubicado en ésta montañosa zona. Estas, en parte, inaccesibles montañas forman frontera con China, Tailandia y Laos.

Cuatro horas en cien kilómetros

Caminos

Pronto nos vemos obligados a girar hacia el noroeste ya que, debido al estado de guerrillas y enfrentamientos en que viven estas tribus con el Gobierno Central, no nos está permitido adentrarnos en esta zona.

Volvemos a tomar la ruta uno, que une Yangón con Mandalay, para poner rumbo a  Toungoo, donde pensamos pasar la noche.

Aldeas
Aldeas

A ambos lados del camino, el paisaje humano es mucho mas digno de atención que el geográfico. Inmensos campos de arroz, divididos en pequeñas parcelas, quedan ocultos por una interminable hilera de chozas de madera, bambú y pasto, situadas al borde de la carretera, ante las que juegan multitud de niños, mezclados con patos, cerdos y búfalos. De vez en cuando la hilera de chozas da paso  a pequeños núcleos o lánguidas aldeas.

cConstruyendo carreteras
Construyendo carreteras

Al encontrarse la «carretera» complatamente destrozada. Toda ella se encuentra en reparación. (En cien kilómetros hemos tardado 4 horas) Las cuadrillas de trabajadores están compuestas en su totalidad por niñas y niños con edades comprendidas entre 12 y 16 años. El trabajo que realizan es infrahumano. No existe ni una sola máquina. Es estremecedor ver como estas pobres criaturas, siempre respondiendo con una sonrisa, cada vez que se les dirige un saludo, van quemando sus tiernas vidas en un trabajo que en nuestro país sería rechazado hasta por el más insignificante de los peones. Trabajan seis días a la semana, diez horas diarias por 1.000 – 1.200 Kyats al día.    (1.000 Kyats equivalen a 1 Euro).

Niñas trabajando
Con la sonrisa en los labios

El asfalto lo licuan formando grandes hogueras sobre las que colocan los bidones que contienen la bituminosa sustancia. El fuego lo alimentan con el propio alquitrán para conseguir un mayor poder calorífico en la combustión.  Una vez licuado lo extraen hirviendo y lo extienden sobre el pavimento, con unos recipientes de lata, construidos por ellos mismos, en los que han practicado unos agujeros en  forma de regadera.

Con las tapas de los bidones hacen unas especies de espuertas o capazos de lata, en los que transportan, sobre sus cabezas, las piedras hasta el lugar donde, una a una, las van colocando coincidiendo con los niveles y cotas que les ha marcado el capataz.

Después de lo expuesto se entenderá porqué decíamos que el «paisaje humano» es mucho mas digno de atención que el geográfico. El humano es tan intenso, exige tanto nuestra atención, que en la mayoría de los casos podríamos decir que es……  ¡Desgarradoramente inhumano!

Con el corazón roto, y envueltos en un manto de dolor, llegamos, sobre las ocho de la tarde, a la ciudad de Toungoo, repleta, a pesar de todo, de vida y movimiento.

Paco Vidal

ENIGMATICO LAGO INLE

                                                                      (Por tierras birmanas  IV)

Cuando se viaja por zonas como la que nos ocupa, de nada sirve hacer planes, ya que las situaciones políticas, y por tanto diplomáticas, pueden cambiar de un día para otro.

Nuestra meta era llegar esta noche a Nyaung-Shwe a orillas del lago Inle, uno de los lagos mas bellos del planeta.

Habíamos planeado dormir a la orilla de tan apacibles aguas, pero ha sido realmente imposible. Cuando entramos en la cadena montañosa que existe al norte de Pyinmana la marcha se hace realmente lenta. Al mal estado de la carretera debemos sumarle ahora lo accidentado del terreno. Las interminables curvas y los continuos pasos de montaña dificultan nuestro avance.

Cruzarse con los pesados camiones que vienen de la región de Mandalay requiere que uno de los dos vehículos se vea obligado a parar al borde de la carretera, para que el otro pueda continuar la marcha. Como pasa siempre el obligado a ceder es el mas débil. O sea, nosotros.

¡Ni uno mas!
Rompiendo leyes…..europeas.

Son ya, las ocho de la noche, cuando damos vistas a las ansiadas luces de Kalaw. Hemos tardado 12 horas en recorrer los 285 kilómetros que separan Toungoo de Kalaw. ¡La media no llega a los 24 kms,/hora!.

Sohn, con el celo profesional que le caracteriza, se empeña en llevarnos al lugar que habíamos establecido al comienzo del día. Él propone comer y continuar seguidamente hasta llegar a nuestra meta. Sopesamos la situación y le proponemos dormir en Kalaw, ya que hasta  Nyaung Shwe nos quedan otras dos horas de viaje por estos peligrosos parajes. No se muestra muy de acuerdo pero, finalmente, como es habitual en él, dice: Ok. Sir, y procedemos a buscar un lugar donde pasar la noche.

Cuando estamos procediendo a formalizar el registro en la recepción del primer hotel, medianamente digno, que hemos encontrado, nos enteramos de una noticia que, probablemente altere nuestros planes de viaje.

Nosotros, una vez que volvamos a Bangkok, de nuestro viaje por Birmania, tenemos previsto, después de un par de días en la capital de Tailandia, proseguir viaje  -aún no sabemos con que medios- hacia la ciudad camboyana de Siem Riam, (donde se encuentran las ruínas de la legendaria Angkor) para, desde allí, bajar por el río Mekong hasta Nohn Phen, y continuar posteriormente hasta Saigon.

Niños monges
Un gesto, una sonrisa, son suficientes.

Cuando se viaja por zonas como las que nos ocupa, de poco vale hacer planes ya que las situaciones políticas, y por tanto las diplomáticas, pueden cambiar de un día para otro. Resulta que por hechos, aún no esclarecidos, pero que si están relacionados con temas religiosos, la embajada tailandesa en Nohn Phen ha sido asaltada por una turba de fanáticos y reducida a cenizas. Como represalia, bandas de tailandeses  han asaltado la reciproca camboyana en Bangkok y las autoridades han retirado los credenciales diplomáticos y cerrado las fronteras entre ambos países. Así que, como he dicho en casos similares: «El viajero propone y los hechos disponen».

Ya veremos como está la situación cuando volvamos a Tailandia la semana que viene, y actuaremos en consecuencia.

Es el Inle un lago encantador, rebosante de luz y desbordante de vida. Vida que, en absoluto, le resta tranquilidad,  sosiego o armonía.  

Volviendo al hilo del relato que nos ocupa diremos que nos alegramos de haber dormido en Kalaw, ya que al danos una vuelta por ella a la mañana siguiente, resultó ser una pequeña y encantadora ciudad de montaña, de donde parten gran número de Trekkings para visitar las tríbus de las vecinas montañas.

El lago Inle, situado en una planicie, rodeado de varias cadenas montañosas, situadas a la distancia idónea, como para no parecer estrangulado por ellas, como le sucede al lago Atitlan en Guatemala, ni tan alejadas de él que le hagan parecer un mar, como le ocurre al Titicaca en Bolivia. Es el Inle un lago encantador, rebosante de luz y desbordante de vida. Vida que, en absoluto, le resta tranquilidad, sosiego o armonía.

Mercado de artesanía
Vendedora sobre las aguas.

Su gente, campesinos y pescadores, desborda sencillez y amabilidad. Adentrarse en él, después de alquilar una barca en Nyaung Shwe, o en cualquiera de sus encantadoras aldeas, es una experiencia difícil de olvidar. Casi no merece el nombre de lago, este remanso de paz, ya que, aunque su extensión es considerable, no así su profundidad, puesto que en su gran mayoría, sus aguas no bastan para cubrir un hombre de pie.

Lago Intel, pescando
Los Intha, los señores del lago.

Esta escasa profundidad permite que sus pescadores, casi todos miembros de la etnia Intha, vayan equipados con esos extraños enseres de pesca que, en su forma  -aunque no en su tamaño- se parecen a las jaulas que los cazadores usan en nuestro país para, el reclamo de la perdiz. Estas «nasas «, confeccionadas de mimbre con su correspondiente red envolvente,  son lanzadas al agua desde el bote y al tocar el fondo del lago permiten que su propietario, armado de una lanceta, vaya «cazando«, mas que «pescando», a todos los peces que han quedado dentro, y que por su tamaño merezca la pena capturar. Es esta pesca una forma realmente selectiva y ecológica.

Lago Intel, transporte
Medios de transporte

Las aguas del lago son inmensamente ricas en algas. Estas son extraídas continuamente por sus habitantes con lo que se cumplen dos premisas fundamentales: Una es mantener limpias las aguas del lago, ya que de no hacerlo terminarían invadiéndolo todo e impidiendo su navegación. La otra función es que al almacenar estas algas se forman islas flotantes (Como sucede en el lago Titicaca con la totora, sobre las que habitan los Urus) sobre las que desarrollan una apreciable producción de hortalizas.

En ellos pueden verse verdaderos procesos de elaboración, llevados a cabo con los mas elementales y primitivos métodos, de las mas variadas artes del saber humano.

¡A comer!
Niñas-monjas a la hora de la comida.

Adentrarse en el lago es sorprenderse continuamente. De sus poco profundas aguas surgen un sin fin de islas, sobre las que emergen gran cantidad de templos, monasterios y pagodas. En uno de estos templos, habita una comunidad de monjes, cuyo principal entretenimiento es, además del estudio de los textos sagrados, amaestrar unos gatos que, a una orden dada por estos maestros de la contemplación, saltan a través de unos aros colocados a diferentes alturas.

Recorriendo las islas e islotes existentes dentro de las aguas del  inenarrable Inle se llega a pequeños complejos artesanales. En ellos pueden verse verdaderos procesos de elaboración llevados a cabo con los mas elementales y primitivos métodos de las mas variadas artes del saber humano.

El gremio de los orfebres nos asombró, manipulando con los pies la llama de la vieja lamparilla, mientras sus manos competían con los dioses en la creación de verdaderas y afiligranadas obras de arte.

Artesanos del oro
Elaborando el Pan de Oro

En el rincón de un destartalado y lúgubre establo vimos como un trío de hombres se afanaba en conseguir, golpeando sobre unos yunques, con unos enormes mazos, las finísimas láminas de «Pan de Oro» con las que se cubren los altares de los templos y las figuras de Buda.

Grupos de mujeres, tejiendo con telares que en nuestro mundo no se encuentran ni en los museos. Artesanos del papel, en cuyos talleres se confeccionan artísticas  sombrillas a partir de la planta del papiro, pasando por el hervido, machacado y aclarado, hasta la estampación sobre el lienzo, de flores naturales.

Lago Intel, remando
El arte de remar

Pero lo que distingue especialmente a esta gente. Lo que los ha hecho mundialmente famosos en documentales y revistas de viajes; es, su forma de remar. Se colocan de pie, sobre una pequeña plataforma que poseen sus canoas en la popa de las mismas, sujetan el remo, uno solo, haciendo palanca con el brazo y la pierna de tal forma que les permita remar y manejar sus artes de pesca al mismo tiempo.

¿Cuanto tiempo podrá mantenerse esto así?  ¿Hasta cuando estas posturas y composturas seguirán siendo genuinas y no forzadas, con el fin de satisfacer exigencias ajenas a las costumbres de esta gente?

                                                                                                  Paco Vidal

                                                                                                                                                               

                                                                                                  .

PARADIGMÁTICA NUÉ NUÉ

                    (Por tierras birmanas V)

Entre aldeas montañesas

Pindaya, tranquila y apacible ciudad, con un lago que la separa de la cueva que la ha hecho mundialmente famosa, la abandonámos sobre las diez de la mañana para dirigirnos a Mandalay.

Buda
Buda, en la cueva de Pindaya

Sin embargo, no nos hubiésemos atrevido a marchar de Pindaya sin dedicar un par de horas a perdernos    por los pasillos, rincones y recovecos de la mencionada cueva. A la que los devotos peregrinos que acuden a ella, desde los cuatro puntos cardinales, se han encargado de adornar con miles de estatuíllas representativas del venerado y ventrudo Buda.

El camino hasta la vieja ciudad imperial resulta largo. Largo, lento y tortuoso. Nos desplazamos circundados por pueblos de montaña, cuyos habitantes nos miran con adustos semblantes, los que se transforman en francas y amistosas miradas en el momento que les dirigimos un amigable saludo.

Birmano
Birmano

Nos movemos por tierras poco trilladas por el  turismo mundano, que sale de su país comprando un Tour, para recorrer en 15 días, tres o cuatro países volando de uno a otro  y dormitando por sus carreteras, en cómodos vehículos con aire acondicionado, mientras se repone de las horas de vuelo y las perdídas en los aeropuertos.

Comemos temprano en un chiringuito de carretera ya que  -según nos advierte Shon, nuestro guía y chófer-  de no hacerlo ahora ya no habrá otra oportunidad hasta llegar a Mandalay. Mientras comemos llega un coche con dos nativos y una pareja de turistas: paran, miran, arrancan y se marchan. Unos metros mas adelante dan la vuelta, vuelven a parar y….. finalmente se bajan. El chófer y el otro birmano, presumiblemente el guía de la pareja de turistas, entran y piden de comer. Los dos extranjeros se sientan sobre unas rocas que hay al lado de la carreteta, sacan unos bocadillos y se ponen a saborear la rica cocina birmana. (?).

El olor a rancio que desprenden las estancadas aguas de los canales que recorren esta parte de la cuidad, invaden la atmósfera…..

Sobre las cinco de la tarde nos encontramos inmersos en los suburbios de Mandalay.  El olor a rancio que desprenden las estancadas aguas de los canales que recorren esta parte de la ciudad, invaden la atmósfera como queriendo denunciar ante los visitantes el abandono a que los tienen sometidos las autoridades municipales.

Madalay fue a partir de  1857 la capital de Burma, después de haberle arrebatado dicho honor a Bagan, honor que a su vez le fue arrancado por Yangón en el año 1885 cuando los colonizadores británicos vencieron al rey Thibaw, sucesor de Mindon Min, fundador de la ciudad. Como consecuencia de esta derrota la ciudad pasó a llamarse Fort Dufferin (tan depredador era el colonialismo ingles que incluso pretendía borrar de la memoria de los pueblos sus topónimos mas ancestrales.), hasta que en 1948 volvió a recuperar su antiguo nombre.

Shwedagon
Mandalay es uno de los grandes cetros del budismo en Burma.

 

Además de sus pagodas lo que realmente llama la atención de esta ciudad, de un millón de habitantes, es su fortaleza; ubicada en el centro de la misma. Este cuadrado perfecto rodeado de un foso de diez metros de ancho, solo puede ser salvado por los cuatro puentes que dan acceso a las cuatro únicas entradas que franquean la inmensa muralla de piedra roja que protege el recinto, inmediatamente después del foso.

El área que ocupa esta inmensa fortificación es de 2 X 2 kilómatros.  En su interior existen: campos de labranza, huertos, inmensos jardines, caballerizas, y todo tipo de talleres para que los artesanos cubriesen  – sin salir del recinto-  todas las necesidades de la realeza. En el interior de las murallas se cuentan múltiples palacios de madera de teka, mandados construir por el rey Mindon Min.

Palacio
Palacios de madera de teka.

Todo cuanto vemos hoy en día de estos edificios es una replica de los originales, ya que los primitivos fueron reducidos a cenizas durante los combates que se desarrollaron aquí entre las tropas británicas y las japonesas, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.

 

La ciudad histórica está, urbanísticamente bien trazada. Su estación de ferrocarril recibe a los pasajeros que llegan a ella por tren en el mismo corazón  de la ciudad. No sucede lo mismo con el acceso al río, importante medio de comunicación con el resto del país, el cual se encuentra en pésimas condiciones. A los barcos hay que llegar a través de un lodazal y subir a los mismos por unos tablones, colocados de cualquier manera, entre el suelo y la cubierta de las embarcaciones.

Fue uno de estos paquebotes el que nos trasladó, río arriba, hasta el cercano pueblo de Ningún, donde lo más relevante de todo es pagar los tres dolares que debes hacer efectivos a la hora de sacar los pasajes si quieres que te dejen subir a él.

Sin embargo, fue en este lugar donde hemos vivido una de las anécdotas que mas nos han impactado en el transcurso de este viaje.

Nada más poner pié en tierra en Ningún, nos aborda una legión de vendedores y presuntos guías, ofertándonos cada uno de ellos lo mejor que poseía.

Entre todos ellos se destaca una niña, de once años, según nos cuenta ella misma, algo mas tarde.

Entre todos ellos se destaca una niña, de once años, según nos cuenta ella misma, algo más tarde. Con ese candor que solo da la niñez, trata de vendernos; postales, collares, pulseras etc. Se presenta como Nué Nué, preguntándome como me llamo yo.

Al decirle que mi nombre es Paco, ella repite una y otra vez… pato. Disfonía totalmente comprensible en una niña, si tenemos en cuenta las grandes diferencias fonéticas que debe haber entre su lengua y la nuestra. Al indicarle yo, por señas, y ayudado por la voz onomotopéyica del pato, como me estaba llamando, se produce una situación verdaderamente cómica entre un adulto y una niña, ambos de países tan dispares como puedan ser España y Birmania.           Ella, a pesar de todo, no ceja en su empeño, que no es otro que vender su mercancía.

Sol de Mandalai
Puesta de sol en Mandalay.

Le explicamos que debido al largo viaje que estamos realizando, nos es imposible ir comprando todo cuanto nos ofrecen. Intentamos darle 500 Kyats, los cuales rechaza. Después de mucho insistir los acepta y se aleja de nosotros.

Cual sería nuestra sorpresa, cuando al volver  -de los lugares arqueológicos que habíamos estado visitando-,  para tomar el barco que nos llevaría de nuevo a Mandalay, nos estaba esperando para devolvernos el dinero que le habíamos dado, e insistir en vendernos algo de lo que portaba.

Lógicamente, ante tal situación, ya no podíamos negarnos a comprarle algo. Nos quedamos con unas pulsera por 1.500 Kyats (1.50 €), con lo que se mostró francamente feliz y agradecida. Tan contenta estaba que insistió en acompañarnos hasta la salida del barco.

La niña y la Coca Cola
Nué Nué, a la izquierda.

Mientras esperábamos, nos sentamos a tomar unos refrescos. El que le compramos a ella, en lugar de tomárselo, lo guardó en el bolso donde portaba las mercancias. Nos miró y nos dijo que tenía un hermanito de cinco años y que el refresco era para él.

Que nadie me pregunte en que lengua nos entendíamos, porque no era en ninguna en concreto. Tal vez fuese en la más hermosa de todas las lenguas. Aquella que no necesita de reglas ni normas. Aquella que no entiende de razas ni edades. ¡ La lengua de querer y desear entenderse!.

Nué Nué hablaba, no más de, ocho o diez palabras en inglés. En español solo sabía decir: «Tu guapo». Pero no lo empleaba en el sentido banal de la palabra. Me lo repetía reiteradas veces, con un sentido que significaba agradecimiento profundo por saberse comprendida y respetada.

Momentos antes de zarpar el barco, sacó un trozo de papel, donde puso su nombre y dirección y dirigiéndose a nosotros decía: «Tomorrow» y seguidamente, con señas, se hacía entender perfectamente. Empleaba la palabra «Tomorrow» (mañana) como futuro, queriendo decir que al volver a casa le enviásemos la fotografía que le habíamos hecho momentos antes.

Esto es lo grande, y a la vez lo triste, del viajar. En cada rincón del mundo donde se queda un ser humano, niña o anciano, hombre o mujer, blanco o cobriza, dirigiéndonos un adios, se queda algo nuestro. Mientras, nosotros, continuamos nuestro divagar, en busca de un nuevo encuentro del que aprender, y del que contar , a quien quiera oírnos, o tenga tiempo para leernos.

 

Paco Vidal