(Cuna de civilizaciones 2)
Una isla hay en el mar profundo
Hace muchos, muchos años – más de medio siglo- se despertó en mí la ilusión y el deseo de conocer alguna vez la ciudad de Alejandría.
Por aquel entonces dedicaba muchas de mis pocas horas libres, a leer biografías de personajes célebres, ya fuesen hombres o mujeres, científicos, literatos o guerreros: Aníbal, Marie Curie, Julio César,Juana de Arco, Ciro o Alejandro Magno.
Había una anécdota en la biografía de este último en la que constaba que cuando su padre – al cumplir los diez y seis año- le regaló un indómito potro y ver con que facilidad el joven hacía de él lo que hombres más maduros no habían conseguido: Reducirlo a dócil corcel, aquel le dijo: «Alejándro, Macedonia es demasiado pequeña para ti, sal y conquista el mundo» .
¡Conquistar el mundo! Conquistar el mundo no significa necesariamente que sea desde el punto de vista militar. Los escritores lo hacen con su pluma, los pintores con sus pinceles, en el escenario las actrices y con su fortaleza física los atletas.

Se puede conquistar el mundo pacíficamente, vagabundeando por él, llegando a cada rincón de nuestro planeta, mezclándose con la gente de otros pueblos. Conociendo otras culturas y civilizaciones, conviviendo con ellas, gozando y sufriendo con las alegrías y las penas de los demás. ¡Viajar es conquistar el mundo!

En su relato de la fundación de Alejandría, Plutarco cuenta que Alejándro Magno conoció el emplazamiento de la ciudad por medio de Homero, quien se le apareció una noche en sueños y pronunció los siguientes versos:
«Una isla hay en el mar profundo, enfrente el Egipto fecundo. Que por el nombre de faro es conocida»
Así que debido a éste sueño del más joven general de todos los tiempos, se funda en 331 antes de Cristo, la que más tarde llegaría a ser una de las ciudades más importantes del Imperio Romano.
Proyecto de la ciudad
Fue el arquitecto Dinócrates el encargado del proyecto de la ciudad, que se emplazaría en el lugar que ocupó la antigua ciudad egipcia de Ahakatis. Justo en los límites del desierto líbico y el fértil valle que forma el Delta del Nilo al desembocar en el Mediterráneo.

El expreso que nos lleva desde El Cairo a Alejandría, cubre la distancia de 270 Kms. – que separa ambas ciudades- en dos horas y cuarto. El precio del billete es de 30 libras ( unos 20. €) en primera clase. La confortabilidad de los coches son equiparables a los de los Talgos 200.
En el convoy existe un vagón-restaurante que apenas está concurrido Posiblemente debido a la poca duración del viaje. Tanto la salida como la llegada (pendular cada hora) se realizan con puntualidad de AVE.
El tren se desliza veloz, pero placenteramente, por la inmensa llanura que ha formado el padre de todos los ríos africanos al ir depositando sus sedimentos en el milenario delta.
El Cairo, Port Said y Alejandría son los tres vértices de éste basto triángulo, en cuya base -a un cuarto de la distancia que separa Alejandría de Port Said- se encuentra Rosseta. Ciudad donde se encontró la famosa piedra del mismo nombre, que sirvió de base para que el francés Pompillón pudiera descifrar la escritura geroglífica del antiguo Egipto. Descubrimiento que abrió las puertas al entendimiento y estudio de la civilización faraónica, poniendo al descubierto uno de los enigmas mejor guardado de todos los tiempos.
Las mismas artes y formas
A izquierda y derecha de nuestras ventanillas desfilan infinitos campos cultivados, formando perfectas figuras geométricas, dentro de las que trabajan afanósamente, encorvados sobre sus espaldas, los campesinos egipcios.
Aran, siembran, siegan, plantan o recolectan; alfalfa, maíz, coles, lechugas, habas u otras hortalizas o cereales. Mientras otros labriegos, a lomos de sus pequeños borriquíllos -o simplemente a pié- se desplazan solícitamente por los caminos que discurren al borde de los innumerables canales que surcan las anegadas tierras.

Los niños, inmersos en sus graciosas chislabas, corretean o ayudan a sus padres, mientras las mujeres lavan la ropa en las orillas de los canales o riachuelos con las mismas artes y formas que lo hacían hace 3.000 ó 4.000 años. Observando este mosaico humano se siente la sensación de que el reloj se ha quedado parado hace mucho tiempo en esta zona del planeta.
Abul Abbas Al-Mursí
Centenares, miles de palmeras lo invaden todo, formando un paisaje idílico y soñoliento, cuyo verde inmaculado solo es salvájemente roto por los sucios pueblos y mugrientas aldeas de estrechas y fangosas callejuelas situadas a ambos lados del ferrocarril. Las mismas parecen indicarnos, con su esperpéntica presencia, que ellas son la frontera entre lo onírico y lo real.
Los barrios que nos anuncian la proximidad de Alejandría, al igual que los dejados atrás al abandonar El Cairo, están terriblemente sucios. Sus casas, cuyos balcones nadie se preocupó de adornar con la más raquítica de las plantas, están sucias y descuidadas, dando la sensación de estar inacabadas. Sus estructuras de ladrillos grisáceos, enmarcados por pilares y forjados de hormigón, nadie se preocupó de enfoscar y/o pintar.*

Cuando después de abandonar la estación, nos adentramos en el área donde estaba enclavada la vieja Alejandría, nada nos indica el más mínimo signo de la fastuosidad de su glorioso pasado.
Lo poco destacado que posee hoy Alejadría es – entre otras cosas- la mezquita Abul Abbás Al-Mursí que, con su forma octogonal y sus 3.000 m/2, hacen de ella una obra poco frecuente en la arquitectura religiosa musulmana.
Esta mezquita es la principal de la ciudad y debe su nombre al santo andaluz; Sidi Abul Abbas Al-Murcis que vivió en el siglo XIII de nuestra era. Cuando decimos andaluz debe entenderse español, ya que Al Mursi -como su nombre indica- nació en Murcia y no en lo que hoy es Andalucía.
Zocos
Los zocos son otros de los atractivos que podemos apreciar en la magna ciudad.

Entre ellos se encuentran el Suk Libia y el Suk Al- Magharba -o zoco de los magrebies- con sus famosos puestos de hierbas aromáticas y medicinales.
No existe su legendario faro, imán y guía de almirantes, piratas y mercaderes. Ni las agujas de Cleopatra (Ya en su día, se encargaron los expoliadores del mundo de arrancarlas de su sitio y llevárselas a Londres y Nueva York respectivamente), ni sus famosos aljibes, orgullo urbanístico y arquitectónico de su tiempo. Ni la Puerta de Rosseta, que daba entrada al barrio griego. Nada queda de su mundialmente famosa biblioteca.
Pocas, poquísimas cosas quedan para destacar de la fastuosa Alejandría con que soñó Alejandro y cantaron los poetas helenos.
¡Oh Alejandría…….poco has sabido agradecer a aquel que te dio vida, la fe que en ti puso!.
Has vejado el nombre del cual tú lo heredastes entregándote a sucesivos y anónimos salteadores que, solo fueron dejando en ti, la vulgaridad de la que eran portadores. Arrancándote cada uno de ellos, piedra a piedra, mosaico a mosaico, obelisco a obelisco, lo mejor de tu cuerpo, como sucede con las prostitutas de lujo, cuyos cuerpos en nada se diferencian de los de las vulgares rameras, al final de sus tristes vidas.
Paco Vidal
* Después supimos que las dejan premeditadamente «sin terminar» Ya que al no estar terminadas, no deben registrarlas, con lo cual no pagan impuestos.