JUAN CRUZ Y SU CESSNA 630

La «chinita» no pagó

Con Juan Cruz, el piloto encargado de llevarnos a Canáima, nos encontramos en el vestíbulo del pequeño aeropuerto de Ciudad Bolívar. La Cessna con la que volaremos es una 630 con capacidad para seis pasajeros más el piloto.

El pasaje lo formamos; una pareja de canadienses, una «chinita» (como dice Cruz) -pero que en realidad es japonesa- y nosotros dos.

Yo ocupo el asiento del copilo, lugar preferido por mí, cada vez que he volado en una de estos pequeños artefactos.

Cruz es venezolano, a pesar de no parecerlo. Es un «hombre blanco» -como nos llaman por aquí a los que tenemos la piel mas blanca que el común de los venezolanos- de unos 35 años y mediana estatura.

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Aeropuerto de Ciudad Bolívar

Cuando ya estamos con el motor en marcha, a punto de despegar, se acerca a su ventanilla la señora Moraima, representante de la compañía que organiza el vuelo, y le dice: «Juan, vas a tener que volar sobre Salto Angel, ya que la pareja canadiense lo tiene incluido en su paquete y, es más rentable volar directamente sobre él que no dejarlos a ellos -referiéndose a la japonesa y nosotros- en Canaima  para despegar de nuevo y sobrevolar la cascada.»

Esto quiere decir que, aún sin tenerlo contratado, podríamos  disfrutar de tan maravilloso espectáculo con coste cero.

Habrá quien opine que mi proceder fue un tanto ilógico, pero lo cierto es que le dije al piloto que, puesto que íbamos a volar sobre EL Salto, nosotros pagaríamos nuestra parte por hacer uso de dicho servicio. Él se mostró conforme y me dijo que el costo era de 30.000 bolívares por persona. Los mismos se los hice efectivos al tomar tierra en Canaima.

La «chinita» sobrevoló el salto y no pagó ni un céntimo por ello.

Nada mas despegar entablamos una fluida conversación: Mientras Cruz me va explicando diferentes aspectos técnicos del vuelo, así como detalles geográficos y humanos a cerca de los lugares y pueblos sobre los que volamos. Yo le cuento -a requerimiento suyo- anécdotas y vivencias  de mis viajes, con las que se muestra entusiasmado.

Me dice sentirse impresionado, al saber que en mi niñez y adolescencia fui pastor y bracero agrícola, sin que esto  haya sido traba alguna para, mas tarde, haber viajado por los cinco continentes, y haber «pateado» mas de 120 países.

En un momento de la conversación me interrumpe y me dice: Ha realizado usted, algunos de los grandes sueños de mi vida como son: saltar con paracaídas, y hacer ese  Jumping. de mas de 100 metros de que me habla.

Conforme nos remontamos, el vuelo toma tintes de aventura. La pequeña Cessna es zarandeada por los elementos como lo que es, un insignificante juguete. Desde la escasa altura que volamos se distinguen perfectamente todos los aconteceres e incidencias del terreno. Sobre todo si las mismas las va detallando un perfecto conocedor del entorno como es Juan Cruz, que con su pequeña Cessna  lleva años haciendo la ruta entre Ciudad Bolívar y Canaima.

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Represa Raul Leoni

«A nuestra izquierda, me indica, nos está quedando la represa Raúl  Leoni, que durante años fue la mas grande del mundo, hasta que los brasileros construyeron la de Ilaipú en las cercanías de las cataratas de Iguazú».*

Oficialmente la represa se llama Simón Bolívar -por ese afán de los chavistas de endiosar al «LIBERTADOR»- pero popularmente todo el mundo la llama por su nombre primitivo en memoria del 41º presidente de la República  de Venezuela. (En aquel tiempo aun no era «bolivariana»).

Represa R.L.
Un mar artificial

En este pequeño mar interno, construido  entre 1.963 y 1.978 de, kilómetros y kilómetros cuadrados se genera las 2/3 partes de la energía consumida en Venezuela. De su central generadora parten infinidad de lineas – cual tentáculos de un gigantesco pulpo- transportadoras de energía eléctrica, que al ir fraccionándose  por medio de estaciones y subestaciones, forman una tupida red de miles y miles de kilómetros que atraviesan selvas, cruzan ríos, suben montañas, y bajan a valles para, finalmente, llegar a los hogares de las familias venezolanas y brasileñas.

Cerro Bolívar

Sin dejar de ver la gran superficie de agua y las ramificaciones que forman los ríos y riachuelos que llegan al pantano, nos encontramos volando sobre Ciudad Piar, nacida y crecida al amparo de la mayor explotación ferrícola del país, y «La concentración de hierro mas rica en la superficie de la tierra», según consta en el argot internacional de la minería.

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Cerro Bolívar

Cerro Bolívar (En este país todo recuerda al Libertador) es una mina a cielo abierto, donde las grandes máquinas lo único que tienen que hacer para conseguir las 30.000 toneladas diarias de material de hierro es cargar sobre los camiones y cintas transportadoras las paladas que en su hacer diario van empequeñeciendo la montaña , lenta pero inexorablemente.

Tras nosotros una extensión de horadada tierra roja, tan grande como miles y miles de campos de futbol.

A derecha, izquierda y a nuestros pies van quedando: El Manteco, Santa Barbara, Santa Rosa, El Cristo, San Pedro de los Bocos (Todo un santoral, como podemos ver) y otros pequeños pueblos y aldeas unidos entre sí, solo por vías fluviales, atajos y trochas, transitables solamente por todo-terrenos y avezados conductores.

Los habitantes de estas comunidades viven en pésimas condiciones, la mayoría de ellos en rudimentarios habitáculos, construidos con troncos, chapas y tablas.

Una pesca y una ganadería  de subsistencia son todos sus bienes. Entre esta población se encuentran gran cantidad de hombres solos, asentados en los orillas de los ríos, dedicados a la búsqueda y extracción de oro -bien con la elemental batea- o por absorción. Esta se lleva a cabo con un motor-aspirador instalado sobre la platea de esas destartaladas -pero eficaces camionetas- que solo he visto por estos andurriales y en las desérticas tierras australianas.

Los Tepuies

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P.N. Canaima

A lo lejos, emergiendo por encima del morro de nuestra pequeña avioneta, ocultándose y dejándose ver por los «baches» que caracteriza el vuelo de estas aeronaves, podemos ver las primeras siluetas de los numerosos Tepuies que pueblan la región de Roraima, entre los que se encuentra el majestuoso Auyan Tepui, hacia el cual nos dirigimos; 165º rumbo sureste.

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Tepui

Los Tepuis son formaciones emergentes en esta gran sabána venezolana, sin parecido en ninguna otra parte del planeta. Vigías imperecederos, cíclopeos centinelas de esta tierra de míticas resonancias.

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Tepuies

Después de sobrevolar Bocón, el paisaje cambia radicalmente. Nuestro vuelo se introduce en uno de los parques naturales mas grandes del mundo; Parque Natural de Canaima que, con sus 3.000.000 de Hectáreas de superficie y sus formaciones  de Tepuies con mas de 1.500 millones de años de existencia, es una de las grandes obras maestras de la Naturaleza.

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Salvaje belleza

Sus legendarias cascadas. Sus selváticos,  profundos e impenetrables valles. Sus embravecidos ríos de misteriosas aguas negras, a cuyas orillas se descubre, de vez en cuando, una solitaria cabaña de troncos y techumbre de hojas de palma. Sus tormentosos cielos, capaces de descargar -sin previo aviso- no cascadas, sino verdaderos ríos de agua, es algo capaz de templar y sosegar al mas ruin y avaro  de los espíritus. La gente que habita aquí, vive feliz y ajena a toda la marrullería que encontramos en las grandes ciudades, ya sean venezolanas o de cualquier otra parte.

¡Ojalá el ser humano nunca tenga, ni el poder ni la maldad suficientes, para destruir  o deteriorar paraísos como este!.

Ante nosotros una pared  vertical de incalculables dimensiones. Nos acercamos a ella hasta dar la impresión que vamos a estrellarnos contra la misma. Pero la pericia de Juan Cruz hace que la avioneta vire a la izquierda 180º, y después de dejar atrás el río Caroní nos introduzcamos en el cañón que forman el Auyan Tepui y el Tepochi Tepui. Por el fondo de éste, el río Carrao, y volando sobre sus bravas aguas nosotros, en dirección  al «Valle de las Mil Columnas».

Alcanzamos la desembocadura del río Chorún. A nuestra izquierda la inmensa mole del Weite Pui, a la derecha, desde la selva virgen a sus pies, hasta el infinito azul del cielo, salpicado de inmaculadas nubes, la inconmensurable y amenazadora pared del Auyan Tepui. Giramos, suave y limpiamente, hacia la derecha y nos introducimos en «El Cañón del Diablo» por cuyo cauce el Chorún pasea sus aguas, abrazadas por el lujurioso manto vegetal. Muy por encima nuestra la inmensa planicie del macizo del Auyan Tepui. Con nosotros, envolviéndonos a todos el embriagador perfume de la indómita selva.

El Salto

Conforme nos acercamos a la cascada, pequeños núcleos de nubes envuelven nuestra avioneta, como sutiles telas de araña, que cual celosos guardianes, pretendieran apresarnos, impidiendo que hollemos con nuestra presencia el eterno discurrir del Salto Angel.

S.A.
El Salto (Kerekupai-Meru)

 

Ensimismado ante tanta soledad y naturaleza desbordante, me sobresalto cuando el piloto toca suavemente mi hombro izquierdo. Sigo su indice y..¡Oh prodigio; impresionante, único, magestuóso, indescriptible!. Allí está, como seguramente lo vieron por primera vez -hace centenares, miles de años-  los habitantes de estas tierras, los pemones. Como lo contempló Jimmy Angel en 1937, cuando accidentalmente se vio obligado a tomar tierra en la planicie del Auyan Tepui con su vieja avioneta.

Cuando, por primera vez, oí hablar de «El salto del Angel», sin saber por qué, lo asocié con la estela que podría dejar un Angel al saltar al vacío infinito desde algún mítico lugar.

Nada de eso, queridos lectores, (si los hubiere). Para que ustedes no vivan equivocados, (los que vivieren). Paso a contarles por que nuestra civilización lo conoce como «Salto Angel» y no «Salto del Angel» como muchos le llaman.

Resulta que en 1.937 (Nosotros nos encontrábamos inmerso en nuestra estúpida Guerra Civil) el aviador norteamericano Jimmy Ángel, junto con otros aventureros, andaban explorando estas tierras en busca de la posible existencia de oro. En una de sus correrías, (Mejor deberíamos decir «voladurías») se introdujo en «El Cañón del Diablo» con su vieja avioneta y fue espectador de la maravilla que hemos descrito anteriormente.

Empleamos premeditadamente el termino; «fue espectador» en lugar de decir «descubrió». Pues realmente tal merito le corresponde a Ernésto Sánchez de la Cruz , oficial retirado de la Marina Venezolana quien lo descubrió en 1.910. De lo que dejó constancia -por medio de documento descriptivo- depositado en la Casa Blohm de Ciudad Bolívar.

 

Jimmy Angel, debido a la precariedad de su artefacto, se vio obligado a tomar tierra sobre la accidentada altiplanicie del Auyan Tepui. Desde donde tardó once días en descender y poder contactar nuevamente con sus compañeros de aventura. Y esto gracias a la ayuda que le prestaron los nativos.

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978 metros de caída

La avioneta permanecerá allí por los siglos de los siglos. Al no ser que algún excéntrico millonario decida rescatarla, si es que aún queda algo de ella.

Las cenizas de Jimmy Angel fueron lanzadas, por expreso deseo suyo, sobre la llanura del Auyan Tepui y sobre la cascada de lo que hoy se conoce como Salto Angel, en su nombre y honor.

Una vez aclarado lo anterior, podemos volver a nuestro viaje.

No se cuantas veces voló o pudo sobrevolar Jimmy Angel sobre o ante el Salto. Nosotros volamos ante él, en repetidas ocasiones. Finalmente la avioneta lo enfiló de frente, y tanto nos acercamos a él que por un momento pensé que; a pesar de haberlo sobrevolado tantas veces, Juan Cruz había quedado enganchado a su hechizo y había decidido que su cuerpo quedase envuelto en las espumosas aguas del Salto, como sucediese con las cenizas de Jimmy.

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La franja blanca es un tirante de la Cessna

Por mucho que miraba a un lado u otro, no veía la posibilidad de poder remontarlo. La Cessna elevó su morro, de forma casi vertical, pero por encima nuestra continuaba viéndose la inmensa nube que forma la cascada al caer.

Tanto fué mi convencimiento que de allí no salíamos que por un momento pesé:

«Tienes mas de 60 años, has cumplido gran parte de las metas que te has propuesto. ¿Acaso no es mas hermoso acabar así tus días que en una cama, viejo y desvalido, a los 80?».

Finalmente no pasó lo que ya tenía asumido. Cruz sabía medir las coordenadas con precisión matemática y posiblemente tampoco había decidido que este fuese su último vuelo. (Es seguro que aun quería saltar con paracaídas y hacer algún Jumping).

El tren de aterrizaje rozó las aguas que marcan el comienzo de los 978 metros de caída de la cascada mas alta del planeta.  ¡Que destreza!

Respirando hondo sobrevolamos el altiplano que forma el Auyan Tepui, pusimos rumbo a nuestro destino y, minutos después tomábamos tierra en el maltrecho aeródromo de Canaima.

Paco Vidal

 

* Hoy en día, la presa Raul Leoni ha sido superada, así mismo, por la presa de «Las Tres Gargantas» en China.

 

 

 

 

Un comentario en «JUAN CRUZ Y SU CESSNA 630»

  1. Hola hermano, me parece que ya te quedan pocas cosas que ver. Siempre fuiste un tío valiente, acompañado por una mujer que no se queda a la saga. Veremos cuál será el próximo destino. Un abrazo.

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